Crónica de una decisión anunciada

Introducción
Se sabía que en algún momento la máquina neoliberal avanzaría sobre las empresas recuperadas, pero nada como verlo -aunque sólo en algunos medios de escasa tirada-. Di- gamos que el trabajo no es el sustantivo preferido de este gobierno, eso está a las claras. Las empresas recuperadas -como hemos dicho hasta el hartazgo desde este espacio- surgieron al calor de una crisis que arrojó fuera del sistema laboral formal al 50 % de la masa laboral, es decir al 50 % de las personas que estaban en condiciones de trabajar. La desocupación fue récord histórico en 2001. Es entonces que aparecen las empresas recuperadas, en principio como una opción desesperada de los trabajadores por mantener sus puestos de trabajo, luego como una forma alternativa de generar una economía de base solidaria e inclusiva. El sur- gimiento de empresas recuperadas, lejos de ser un fenóme- no que disminuyó con el tiempo, se ha ido fortaleciendo de forma lenta pero segura.
Hoy podemos aseverar sin temor a equivocarnos que han cambiado los tiempos, ya no es el trabajo la palabra en boca de todos los políticos, son otras las urgencias: “equilibrio fiscal”, “inversión extranjera”, “sinceramiento económico”, “lucha contra la corrupción” -de los otros, claro está-, “lu- cha contra el narcotráfico”. La agenda mediática nos impo- ne nuevos desafíos acordes con los tiempos que corren. Como si todos estos tópicos no tuvieran nada que ver con que la gente tenga trabajo digno, de calidad y de ser posible sin necesidad de aplastar a otro, sino por el contrario cons- truyendo con él un lugar mejor para todos.
En fin, hubo una noticia que prácticamente no salió en los diarios ni noticieros de mayor tirada, todos monopolizados por la misma voz. El 25 de abril pasado la gobernadora de Buenos Aires María Vidal, decidió vetar una ley promulgada por el congreso de Bs. As. que establecía la expropiación a favor de los trabajadores de la ex fábrica Petinari, actual empresa recuperada.
Tema en sí
Recordemos que se trataba de una de las pocas empresas recuperadas a las cuales la legislatura -en este caso de Bs. As.- les había otorgado una ley de expropiación, es decir se les daba la posibilidad de pagar el predio donde estaban trabajando hacía ya 6 meses, y al poder tenerlo en propie- dad, podían por ejemplo pedir un préstamo para renovar maquinaria o invertir.
La historia de la no varía demasiado de la de otras recupe- radas, salvo que ésta era bastante más joven. Los empresa- rios mandan a la quiebra la empresa, en este caso de forma sospechosa ya que la misma tenía trabajo -cosa que ha sucedido en muchos otros casos-, las familias que ya venían con deudas atrasadas de sueldos acumulados, saben que cobrar lo que les deben les va a ser difícil, por no decir im- posible y deciden seguir sosteniendo el trabajo. Hablan con proveedores, con clientes y consiguen que éstos les den un voto de confianza y así logran seguir produciendo, pero so- bre todo logran “sostener la fuente de trabajo”; para esto forman una cooperativa. Y así continúa la lucha, esta vez en los juzgados.
Para terminar
Entristece cómo puede perderse la memoria y la conciencia de lo que puede acarrear la falta de trabajo. Uno de los po- quísimos portales oficialistas que levantó la noticia (Infobae – Clarín), la explicaba diciendo que el gobierno del PRO ha- bía decidido “cortar por lo sano”, y con el mismo argumento que viene esgrimiendo el gobierno nacional, planteaba que era un decisión “dura” -aunque no aclaraba que lo era por- que dejaba a 120 familias en la calle- pero acertada.
Lo más triste, o aquello que verdaderamente explica nuestra situación actual, es que en los comentarios de los lectores había algunos que decían ser ex empleados y que también creían que era mejor esperar a que los propios empresarios que mandaron la empresa a la quiebra pagaran los sueldos adeudados. Como si alguna vez en una quiebra no hubiesen sido los empleados los más perjudicados, los que menos cobraran, y si cobraran algo lo harían después de años de litigar. Mientras que ya se sabe, los primeros que se benefi- cian y cobran hasta el último centavo de deuda en una quie- bra son los bancos y acreedores directos.