Día de la Independencia  

por Fernando Alvarez

Explicámela con manzanas

Hay una anécdota  en la que se cuenta que  Einstein explicaba la teoría de la relatividad a alguien, como esta persona no entendía, el científico simplificaba cada vez más su relato, hasta que finalmente la persona comprendió. Entonces el genio alemán le advirtió: “pero tenga en cuenta eso último que usted entendió, ya no es la teoría de la relatividad”.

En mis largos años como docente, toco casi todos los años el tema del 9 de julio. Siempre caigo en la trampa de resolver el tema en 2 o 3 tópicos para que los chicos aprendan, entiendan el hueso de los hechos, que es más o menos lo que en definitiva ha hecho la modernidad con nosotros: enseñarnos a entender las cosas a partir de paquetes de información donde estaría “todo” lo necesario para saber algo.

300px-Acta_Independencia_argentina_quechua¡Claro!, porque se necesita saber antes de actuar. Por más que uno ya tenga muy decidido hacer algo, por más que ya hace rato que sentó una posición frente a la realidad, igual hace falta la justificación exterior donde poner la culpa, donde repartir la responsabilidad con otros por los propios actos.

El Contexto

Cuando me puse a revisar material histórico para esta nota, me sorprendió la enorme cantidad de variables que se jugaban al momento de la independencia:

Artigas proponía un federalismo amplio a la norteamericana – pero con reforma agraria incluida. Belgrano, proponía una monarquía, con un descendiente inca a la cabeza. Los porteños se peleaban entre ellos, entre los más republicanos y más conservadores, pero eso sí: pretendían que cualquier tipo de gobierno o constitución los dejara en ventaja frente al resto. Acá en Cuyo (éramos una sola provincia) San Martín apuntalaba y fogoneaba que se declarara la independencia de forma urgente, sino todos sus esfuerzos por armar el Ejército de los Andes serían en vano.

El contexto era el peor posible, toda América del sur había sido reconquistada por los españoles, que se hacían fuerte en Perú.

Después de una larga lucha se dejó de lado el dominio colonial español, eso fue lo que hoy conocemos con el nombre de Independencia. Fue un buen comienzo, mucha gente entregó su vida por ese proyecto colectivo, pero convengamos que “la Independencia”, como idea y como realidad colectiva, es bastante más que deshacerse de un imperio colonial en decadencia, como era el español entonces.

Un país como el nuestro hundido en la periferia, condenado a ser un gran establo y un gran campo de cultivo, necesita de una potente idea de Independencia. Ya que lamentablemente en la Argentina  casi desde un comienzo las decisiones económicas – las importantes – no fueron tomadas aquí.  Pero no fue solo nuestro caso, sino también el de toda América Latina. La independencia fue un proceso que se dio en simultáneo en todo el continente y nos empujó a aunar esfuerzos y por primera vez pensarnos como una unidad.

El Imperialismo en América Latina

La caída y desmembramiento del imperio español fue seguida de cerca por las nuevas potencias industriales que pocos años después tomaron el control de la economía mundial. Un pequeño grupo de países que pudieron generar industria independiente, gracias a años y años de acumulación, proteccionismo y leyes de hierro. Una vez que se industrializaron se dedicaron a dominar el mundo. Hasta nuestros días lo siguen haciendo.

Este proceso de dominación fue conocido como Imperialismo y tuvo gran influencia en la definición final de las fronteras de nuestro continente.  Inglaterra fue la potencia industrial de entonces que tomó el control de Sudamérica, apoyó veladamente y con fuerza cuando hizo falta la separación de nuestros países de España y luego dividió: para vencer. En 1833, con el apoyo de EEUU toma posesión de las Malvinas luego, promueve el nacimiento como nación de Uruguay para transformarlo en una especie de Estado tapón entre Brasil y Argentina.

Desde 1860 a 1870 participa activamente en la destrucción del Paraguay  que era un verdadero mal ejemplo de crecimiento sin necesidad de inversiones extranjeras.

En 1873 Chile comienza una guerra contra Bolivia y Perú  por las minas de cobre de una compañía británica que actuaba en ambos países. Esta guerra provoca la pérdida de salida al mar para Bolivia.

Parte del financiamiento y el armamento para el exterminio y ocupación de la Patagonia entre 1879 y 1880, es provista por Inglaterra y son ingleses en su mayoría las grandes estancias ovejeras que se instalaron a ambos lados de la cordillera.

En América del Norte y Central fue Estados Unidos la potencia industrial que tomó el dominio, hacia 1840 roba Tejas y California a México, impone gobiernos títeres en Centro América, promueve la separación de Panamá…

Hay que agregar que nada de esto pudo suceder sin la previa dominación cultural de las oligarquías terratenientes de América Latina, quienes fueron soldados abnegados de la causa “liberal” y de “civilización y progreso”, el sustento ideológico que hizo posible el imperialismo.

Las Nuevas armas del Imperialismo

Podría hacerse un recuento similar de hechos de este tipo sucedidos en el siglo XX, y aun hoy en pleno siglo XXI, porque básicamente la situación no se ha modificado en lo central. Nuestros países siguen siendo economías exportadoras de productos primarios, dependientes de los vaivenes de las poderosas economías industriales.

Hoy el dominio continúa siendo económico, pero esta nueva sociedad moldeada por el capitalismo, necesita de nuevas y sofisticadas armas para ser dominada, la colonización simbólica es la posta de estos tiempos de sujeciones invisibles.  Que hoy por hoy, una gran mayoría sea indiferente frente al grave problema del manejo de la información, es una muestra de que estamos perdiendo la batalla por la Independencia. Todavía recuerdo a los conductores de noticieros locales diciendo a cámara, al hablar de la ley de medios, que no se pudo poner en práctica: ¿y eso qué tiene que ver con la gente?

Esa es una de las claves de los tiempos que corren, porque las grandes empresas – que ya casi han dejado de obedecer a los países donde fueron creadas – han hecho un arte, de invisibilizar sus intereses. Quién puede imaginar que comer una deliciosa galletita “Opera” sea favorecer a Mondelez, una de las dos empresas que dominan hoy el mercado de los alimentos. Quién creería que adornar la ensalada con la exquisita mayonesa Hellman´s sea favorecer el monopolio alimenticio de Unilever, la otra empresa pulpo de la alimentación. Cóm
o puede imaginarse uno que tomar un sano Terma, sea poner un ladrillo más en la concentración del mercado de las bebidas a favor de Coca Cola. O que detrás del cariñoso “Buenos Días” que suelta el simpático flaco de la tele, se esconda la posibilidad de anular patria para weba todas las voces que no sean pagadas por Clarín o por Don Vila.

Esta trampa en la que estamos tiene algo parecido a la hipnosis de Tusam, con la que te meten las arañas debajo de la remera sin que vos te des cuenta. De repente, resulta que el congreso vota por mayoría la posibilidad del vaciamiento del sistema de pensiones, se le paga a los usureros internacionales lo que ellos piden, lo gerentes de las empresas que están concentrando el negocio toman las decisiones por nosotros, las grandes empresas y conglomerados extractivistas dejan de pagar impuestos, los que menos tienen comienzan a pagar un 400% más los servicios, los gremialistas son empresarios multimillonarios que no hacen nada frente a los despidos de sus representados, regresa el fantasma de las privatizaciones…

Y así, una tras otra. ¡Despertáte, Despertáte! parecen gritarte. Mientras vos andas allí, en  el patio de la escuela confiado, con esperanzas, con la escarapela en el pecho y las banderitas en la mano gritando: ¡Viva la Argentina! ¡Viva la Independencia Canejo!

Es así, sin conciencia, no hay lucha. Hasta que no sintamos el primer tirón en el cuello, no vamos a caer en la cuenta de que volvieron a enroscarnos la víbora.