Nota Colaborativa de estudiantes alojados en penales mendocinos y Analía Millán
Cada vez que ingreso como docente al Penal de Boulogne Sur Mer se me viene un pensamiento: ¿Qué siente una persona que por primera vez entra a este complejo para cumplir una condena? E inmediatamente después, miro hacia la calle Boulogne Sur Mer, homónima de la cárcel, y veo cómo pasan ciclistas por la bicisenda. Casi con certeza podría decir que ya ni ven la “casa de piedra”. Casi con certeza podría aseverar que pasan por la puerta y si alguno o alguna levantara la mirada, tiraría un pensamiento de odio hacia quienes habitan dentro de esos muros altos de piedra.
Esta nota llega a sus manos con un claro objetivo: romper con el sentido común que tiene la gente sobre la cárcel. Romper prejuicios, entendiendo que la cárcel es un lugar en el que hay sombras, muchas y oscuras, pero también luces, brillantes y que iluminan.
“No me vengan con ese verso de los derechos humanos”
Durante las clases, o en los recreos, solemos charlar mucho con las y los estudiantes que aspiran a ingresar a la Universidad Nacional de Cuyo, mediante el PEUCE (Programa de Educación Universitaria en Contexto de Encierro). En esas charlas, que suelen ser más espacios de escucha, me fui dando cuenta que nadie está exento de pasar un tiempo por allí. Entonces los prejuicios de muchos se caerían haciéndose añicos en el suelo del encierro.
En nuestro país no sólo hay prejuicios, sino un gran desconocimiento de cómo funciona un penal, qué derechos tienen las personas privadas de libertad ambulatoria, qué cosas suceden en un espacio que parece absolutamente oscuro y vicioso. Pues, suceden cosas, muchas. La cárcel existe por acuerdo social, para cumplir condenas dictadas por la Justicia. Pero la condena consiste en un tiempo de privación de circular libremente… Por legislaciones vigentes, tratados internacionales y demás normativas, el resto de los derechos se mantienen.
Derechos Humanos… derecho a: trabajar, estudiar, a capacitarse, a recibir atención médica, a comer, beber, bañarse, jugar a la pelota, tomar mates, ver a la familia, hacer el amor, recibir la visita de amigos, tener hijos/as, etc… Por supuesto, esto en la formalidad; en la vida diaria de las personas que están presas no todo es tan fácil, ni tan simple. Pero los derechos están, y siempre se intenta que sean ejercidos y ampliados.
El Servicio Penitenciario (en adelante SP) debe velar por el cuidado integral de todas las personas presas. Ese es su rol principal. Pero se desconoce, y se cree que quienes trabajan en el SP son quienes controlan que “no se escapen los reos”, quienes “los deben castigar a palazos, al estilo “El Marginal”. ¿Si pasa eso en las cárceles de Mendoza? Seguro que sí, y debiera ser severamente sancionado. Pero la ley les da la tarea de cuidar y brindar herramientas para la “reinserción social”, como se dice. Y si el SP no garantizara los derechos, existen instrumentos para exigirlos a otros organismos. Reinserción Social… como si la cárcel no fuera parte de la sociedad.
¿Cómo es la vida en un Penal?
Odile, G. y X. son estudiantes del Ingreso a la Universidad Nacional de Cuyo. Escribieron sus propias reflexiones al respecto de la vida en la cárcel… y de la mirada del afuera. De ese afuera que intentamos que vea otra cosa cuando mira los altos muros de piedra.
Odile
Cuando ingresé a este sitio tenía miedo, desconfianza, no entendía mucho; porque nunca tuve relación ni miré al costado para ver este lado. Siempre estuve de la vereda de enfrente. Aunque jamás creí vivir lo que me estaba pasando. Y fui conociendo a mis compañeras, cada una con su carácter, con su historia, cada una con su tristeza sobre sus hijos, sus madres, y ese arrepentimiento que llega tarde. Está claro que si estamos en este lugar, es porque en algo nos equivocamos, en algo el Estado falló, las instituciones, la misma sociedad que mire para otro lado, que rechaza al que viste diferente, al que habla distinto… Y recién cuando las cárceles están superpobladas, es cuando se intenta tomar conciencia, y entra a jugar la política de turno.
Pabellón II Grande
Para empezar a hablar sobre el Pabellón II Grande, como es conocido, son 6 celdas con una cucheta y una cama. Las mismas tienen una medida de 2 x 2,5m. Y por último una celda, conocida como la colectiva, con 2 cuchetas y una cama.
Lo que encontré en el Pabellón II Grande de mujeres… solidaridad, compañerismo, sororidad y el miedo desapareció. Porque ahí me brindaron contención, amistad y confianza. Pude descubrir personas bellas. Los viernes compartimos un asado en los días que recibimos nuestra visita, y se realiza con la colaboración de todas. Todo lo que pasa aquí en síntesis, no es lo que yo imaginaba. O me contaban sobre la cárcel de mujeres. Es un grupo de mujeres que desea salir para reencontrarse con sus hijos, hermanos y madres. Acá encontramos que todas tenemos algo lindo para brindar a otros.
Tenemos derechos a un trabajo para dignificarnos como personas:
Hasta aquí pude relatar y contar mi experiencia. Sólo una muy pequeña parte de lo que pasa en el pabellón, como una integrante de este lugar, el Borbollón, Cárcel de mujeres. Pero hay una pieza fundamental que falta, que nos separa de la sociedad.
Cuando logramos la libertad, se nos es negado el derecho a acceder a un trabajo, por el hecho de poseer antecedentes. Y así lo que nos condena es el papel de buena conducta, ese certificado, que una vez que pagamos nuestro error con el encierro, no debería figurar más en nuestras vidas. El Estado debería tener en cuenta esta situación. Ya que somos personas, ciudadanas con derechos, y en algún momento volveremos a ser parte de la sociedad. La misma que nos incluye o excluye.
Y cuando ese momento llega, cuando alguna recupera la calle…
… Somos mujeres que despedimos con mucho ruido: golpeamos las puertas en símbolo de despedida, cuando una de nosotras se va. Ya sea de prisión domiciliaria, o la tan ansiada libertad. Tal es nuestro compañerismo, y sentido de colaboración que a las 19h nos preparamos para que una de nosotras baje a cocinar. Una cebolla, un caldo, dos papas, un poco de condimento, un poco de salsa que nos restaba del otro día, y un pollo que trozamos como se pudo, ya que el cuchillo era de plástico. Se rompieron como cuatro intentando, y nos mirábamos riendo, pero lo logramos. Siete trozos pequeños. Así el resto del pollo, se guarda para otra comida. Entre todas colaboramos y se preparó el estofado. ¡Qué rico! Te pasaste con la cena, decían. Nos mirábamos, se hacían chistes. Una sobremesa que se hizo con Carla, ojos de almendra, Marce, la flaca hermosa, Emi, que siempre le sale una sonrisa, Tania siempre observando, Romi y Bety futuras mamás, Bety, una compañera que conocí y luego de casi un año, nos volvimos a reencontrar. Y yo, la que siempre está escribiendo.
G
¿Qué es la cárcel para la sociedad?
Un lugar diseñado para albergar personas a quienes les han comprobado un delito. Por lo tanto somos considerados “delincuentes”, peligrosos para la sociedad. Y me pregunto… ¿por qué la sociedad cree que las personas que nos encontramos en la cárcel debemos ser castigados cruelmente? ¿Acaso éste no es un lugar donde el objetivo es alejarnos de la criminalidad, un lugar para educarnos y para poder introducirnos de nuevo en la “sociedad”? Sin embargo, las personas allá afuera piensan que debemos pasar la condena encerrados en una celda, ser castigados de toda forma posible, hasta llegar a la muerte. ¿Por qué? A la sociedad se le hace muy familiar la palabra “cárcel” como un lugar de exterminio para las personas que comenten un delito.
Será que los medios de comunicación masivos influyen en los individuos, metiéndoles en la cabeza todos los días, cómo viven los presos mediante, por ejemplo, notas periodísticas, informes policiales y algo que me llama mucho la atención, una serie que pasan todas las semanas, donde uno puede ver claramente los peores comportamientos en una cárcel. Allí se ve a los presos peleando, drogándose, generando odio, mostrándonos como una imagen, como una especie rara.
¿Este es un hecho social? Claramente representado en la comunidad en que vivo. Ahora yo como preso, quisiera hacerles llegar un claro mensaje a ustedes, como ciudadanos… en este lugar a parte de asesinos, delincuentes, etc. también vivimos personas que queremos un cambio para nuestra vida, una oportunidad, una salida. Y decirles que no queremos ser un objeto no compatible en la sociedad. “Queremos ser parte de la sociedad” y que nos brinden una inclusión.
En mi caso en particular les puedo contar que acá, en este sistema penitenciario, existe una luz, una salida del delito. La educación como una herramienta fundamental en la vida del ser humano, para poder adquirir “derechos”. Además existen talleres de capacitación laboral, escuela primaria, secundaria y la universidad. Espacios muy pequeños, pero también muy grandes en conocimientos. Cada uno aprende un oficio, transita una carrera universitaria, etc… A parte, lo bueno de esto es que aprendemos a comunicarnos, a respetarnos como personas. Creo que es la mejor salida para reinsertarnos en la sociedad. A las personas que lean mi mensaje les quiero decir que los medios de comunicación no son la única verdad, verdad absoluta; que se informen, pregunten, asesórense. Este “hecho social” que los tiene a todos atemorizados, como si fuéramos una especie rara, una epidemia, tiene una explicación: somos personas que se equivocaron en la vida. Y creo que merecemos una oportunidad. Y como dice un gran filósofo y educador popular: “La educación no cambia al mundo, cambia a las personas que cambiarán al mundo” Paulo Freire.
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La mirada de la sociedad sobre las personas privadas de libertad
La sociedad es la que nos impide reinsertarnos en ella misma. La mirada de las personas que están del otro lado, y nos miran distinto por haber cometido un error. Es la misma sociedad que nos exilia y margina. ¿Cuál es el pensamiento de la sociedad respecto a las personas privadas de libertad? ¿Se podría cambiar el pensamiento de la sociedad? ¿Le podremos enseñar a la sociedad a abrir la cabeza, y vernos de una manera distinta? ¿Qué somos para la sociedad, un estorbo, la lacra, la basura?
Seguimos siendo personas, con errores, miedos, culpas e inquietudes en este lugar. ¿Se puede cambiar? Sí, sí se puede cambiar. La mirada positiva de quien intenta cambiar, ¿reparar su error y mejorar para los suyos, para uno mismo, y la sociedad, en este contexto de encierro?
También alguien me contó que hay educación primaria, secundaria, universitaria, talleres de costuras, cosmetología, peluquería, trabajo y producción. Algo que nos capacita para una pronta salida y devolver algo del daño que hicimos. Se podría decir que ¿las personas que están privadas de libertad merecen otra oportunidad? ¿Se podría decir que toda persona en este contexto se reinserte favorablemente a la sociedad? ¿Qué pide la sociedad para tratarnos de igual manera?
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Así las cosas… las que son y no se ven. Las que pujan por salir y cambiar. Así las personas que día a día transitan el encierro buscando libertad. Así la vida, que se abre paso como el musguito en la piedra.