AGUSTINA…

Una gran luchadora, una guerrera…Ganó la batalla. Superó las barreras del tiempo y del espacio…su lucha se hizo eterna y su marcha infinita.

Agustina, nuestra madre y abuela, ya no ocupa su lugar en nuestra mesa, aunque su presencia continúa intacta en nuestros corazones, compartiendo un mate, escuchando sus canciones favoritas, mirando viejas fotos…porque todo lo que amamos profundamente se hace parte de nosotros mismos, Agustina se queda en cada una de nosotras, en cada paso, en las miradas, en el cariño mutuo, en la compañía y el afecto, en cada gesto…pero también en la lucha, el valor para la resistencia, el carácter combativo y guerrero.

De ella aprendimos la insistencia en el reclamo, el valor de la humildad y el trabajo, la paciencia y la esperanza, a transformar en lucha la ausencia y el dolor.

Dejó su vida hogareña y de ama de casa para salir a la calle en busca de su hijo Rodolfo y de los 30.000 detenidos-desaparecidos.

Sufrió la mirada crítica de su entorno, que juzgó con ignorancia que las fuerzas armadas se llevaran a su hijo, y esto llevó a la condena social hasta de los más próximos.

Con el único apoyo de su familia comenzó la lucha desconociendo lo que venía, golpeando puertas de consulados, embajadas, dependencias militares, policiales, arzobispado, sin recibir respuestas.

Hasta que encontró en su camino otras Madres con los mismos reclamos y el mismo dolor.

A partir de ahí el dolor compartido se convirtió en fortaleza.

Comenzaron las marchas, petitorios, solicitadas, las reuniones de Madres de todo el país y la lucha fue creciendo y abrazó a los 30 mil. Levantando las banderas de la Memoria, Verdad y Justicia.

Agustina nos dejó su marca, su ejemplo. Ahora seguirá iluminando la lucha y acompañando cada reclamo con el puño levantado y el grito en sus labios PRESENTE.

FAMILIA VERA