Por: Aldo Altamirano
Inseguridad
-El tamaño no importa, dijo. Y me puse a escribir breve.
Pasión
Me pidió, enfáticamente, que también usara mi boca para besarla.
Agenda
Tus pechos me recuerdan, todas las mañanas, que debo volver a casa.
Debate filosófico
Mientras que los intelectuales debatían sobre el huevo o la gallina. El responsable hacía estragos en el gallinero.
Salvataje
Desperté con una cucaracha aplastada sobre el estómago. La repulsión del primer momento me provocó el grito. Me calmé cuando comprendí que la había salvado de la soledad de mi cama.
Dolo
Había aprendido a amarla, pero el instinto se impuso. La tomé por el cuello y con una mano me bastó para ahorcarla hasta que dejó de dar espasmos. La cazuela quedó exquisita y los huevos, en omelette.
Maternidad
Mandó un mail a París, luego tomó el mejor de los repollos y preparó una ensalada para la cena. El termómetro marcó la temperatura indicada y el contestador le anunció que él no vendría. Desesperada miró por la ventana y vio en el jardinero unos ojos verdes esperanzadores.
¡Últimas Funciones!
(inspirado en “Fenómenos de Circo” de Ana María Shua)
Se cerró el telón y el ilusionista, desesperado, tomó el cuerpo seccionado de su partenaire y corrió al carromato. La mujer barbuda le ayudó a coserla y con unos pases mágicos le devolvió la vida. Sabía que el efecto de su hechizo se deterioraba con el tiempo. Tendría que adelantar la próxima función.
Voyeur
Por las noches se llama Dulce. Yo la miro desde la ventana, mientras que el plátano de enfrente es testigo de su maestría en el amor. Las sesiones de dos o tres minutos no dejan lugar a la queja, incluso algunos vuelven porque creen haber encontrado el amor eterno. Pero mis celos tienen un límite, ella me conoce. Con una mueca le indico el camino de regreso y dormimos abrazados, como hace tantos años.
Catalepsia
Las exequias transcurrieron con naturalidad. Algún sollozo de mi esposa que denotaba alivio me puso algo nervioso, pero el resto de los asistentes acompañó el momento con respetuoso silencio. Mis hijos no asistieron, como era de esperarse. Apenas se hicieron mayores huyeron del seno familiar; no los culpo, hubiera hecho lo mismo. En el último momento, antes de la oscuridad total, algunas de las terminales nerviosas se tensionaron. Al mismo tiempo, sentí la respiración de mi mujer en el rostro. Sus susurros me recorriendo el cuerpo y se anudaron en mi garganta a punto de estallar. Al entreabrir los ojos vi ese gesto de felicidad. Entonces, decidí entregarme al silencio eterno.