CONDENADA VIDA: MUJERES PRESAS

Por Analía Millán

Lola es una mujer que está presa. Hasta finales de octubre cumplía su condena en la Unidad 3, la cárcel de mujeres ubicada  en el Borbollón, en Las Heras. Lola se había sumado a nuestra radio, a través de una columna semanal radial en el Programa de La Diaria, para ir de a poco dando a conocer los padecimientos de las mujeres presas, las diferencias con los varones presos… el dolor de la crianza de sus hijos e hijas desde el encierro, la soledad y el abandono del Estado.

Lola pudo hacer su última columna, como cada miércoles, el 24 de octubre. Luego fue trasladada a la nueva cárcel federal de mujeres, en Cacheuta, donde las internas están incomunicadas.

Ese miércoles nos habló sobre las Mujeres y el servicio penitenciario provincial ¿Por qué no se ha igualado lo que sucede en las cárceles de hombres y las cárceles de mujeres? Aquí algunas reflexiones a partir de su relato.

“Haciendo un poco de historia… Hasta hace 15 años atrás, la cárcel de mujeres no existía como tal. Era un pabellón más en la Cárcel de Bolougne Sur Mer, destinado a mujeres. En el año 2003, se asignó el actual edificio para el alojamiento de las mujeres privadas de libertad. Así se dio origen a la Unidad N° 3, del Borbollón”. No existían, ni existen, figuras femeninas en los cargos de autoridad y decisión del Servicio Penitenciario. Eso explica muchas cuestiones: esa elección es una decisión política, es un puesto político. Entonces muchos reclamos que son propios de las mujeres presas, no tienen eco desde una perspectiva de género. “Reclamos para tener espacios adecuados para las visitas, para la recreación, para la visita de niños… no hay asidero”. Al no tener interlocutores femeninos, es más difícil entender la vulneración de los derechos de las mujeres.

Entre la vulneración de derechos, Lola ofrece un ejemplo. “Respecto a las visitas… si me quisiera venir a visitar mi cuñado, no puede. Porque los únicos varones que pueden venir a visitarme son mis hijos y mi esposo. Ningún otro pariente. Ni amigo. Para recibir a cualquier visita masculina, se la debe reconocer como mi concubino. Entonces esa persona tendría que hacer un trámite en el Registro Civil, para que con la certificación de concubino, lo dejen ingresar. Pero es ridículo, imagina si estás conociendo a alguien…”. Esta historia no es igual para los varones detenidos.

Otro dato respecto a las visitas, las mujeres pueden ingresar un máximo de 3 adultos; en el caso de los hombres pueden ingresar 5 personas mayores. En el Borbollón, ni si quiera hay un espacio para tener intimidad con la pareja durante la visita. Siempre se está en los espacios comunes. En el caso de estar detenidos ambos miembros de la pareja, es la mujer la que es trasladada a la visita del varón, y allí sí disponen de un espacio para visitas íntimas.

La comida en cada cárcel también es un tema de mucha desigualdad. “Los hombres desde que están detenidos, pueden ingresar comida no perecedera, envasada o no. En cambio nosotras, debemos alcanzar la FASE 3, habiendo cumplido con muchos requisitos, para poder ingresar algunos alimentos, y nos ponen muchas limitaciones”.

Desde una perspectiva histórica del servicio penitenciario, ha habido algunos cambios. Entre ellos, la creación del RAM (Régimen Abierto de Mujeres), a donde son alojadas las mujeres que tienen hijos. Anteriormente convivían con ellos en la cárcel del Borbollón, aún sin tener condiciones de habitabilidad para bebés y niños/as pequeños/as.

El sometimiento del encierro para las mujeres tiene muchas caras. Ya sucede afuera… adentro muchos más. Porque la mujer presa arrastra a su familia. La convivencia junto a sus hijos tiene un límite: la edad de 5 años… como si después de esa edad no fuera necesario el vínculo permanente con sus madres. Lola encabezó un reclamo y una movilización con legisladoras para proponer un cambio en la legislación. La modificación de la ley intenta garantizar la prisión domiciliaria de las mujeres con hijos menores de edad, aunque sean mayores de cinco años: “No hay estudios en Argentina sobre el cuidado de los hijos con madres presas. No hay tampoco estadísticas”. En la mayoría de los casos los menores quedan en tutela de parientes o vecinos, y se rompe el vínculo con sus progenitoras.

“Los espacios que se han ido creando son para la comodidad del personal del servicio, pero no para nosotras. Cuando algún pabellón está de visita, el resto de los pabellones está encerrado. Si el sistema ha permitido que todo siga igual, es porque no le interesa… por eso decimos que es necesaria una mirada con perspectiva de género, y mujeres que estén dispuestas a dar la lucha adentro del sistema, para darle condiciones dignas a las mujeres detenidas”. Las mujeres trabajadoras del sistema penitenciario también deberían estar en lugares de poder, para atender las necesidades de las mujeres presas, que no son ni el 10% del total de las personas detenidas en las cárceles mendocinas.

“Ojalá esta lucha de mujeres peleando por acceder a espacios de poder en la sociedad, llegue también a la institución carcelaria, porque éste es un ámbito muy machista”. Lola ha sido un motor para lograr que muchas mujeres detenidas se organicen y adviertan muchas de las violencias de las cuales son objeto. Y así, más unidas, dieran la lucha para mejorar muchas condiciones de desigualdad en relación a los varones en su misma situación, y en relación a la dignidad de habitar el espacio donde esperan su condena, o ya la cumplen.

Y así, Lola durante varias semanas nos fue relatando cómo es la vida en la cárcel, de cómo cuestan las condiciones materiales, pero también las emocionales, dolores por el sometimiento que ejerce el sistema penitenciario en los cuerpos y rutinas de las mujeres. El sistema penitenciario federal  generó una nueva cárcel en Cacheuta que no tiene más que celdas. Esto resuelve el hacinamiento pero profundiza la vulnerabilidad de las personas privadas de libertad, sin aulas, ni talleres, ni espacio de sanidad, ni recreación… encierro, puro y llano.

Allí fue trasladada Lola, víctima de los males que denunciaba en sus columnas en los micrófonos abiertos de La Mosquitera.