En plena lucha por el Agua Pura, pasen y lean.
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EDITORIAL:
Diciembre llegó con nuevos horizontes democráticos, con asunción de un nuevo gobierno, con
otras propuestas y prioridades. Esperemos que esta vez los primeros dejen de ser los bancos y
las empresas financieras. La Plaza del pueblo nuevamente fue el lugar donde todos concurren
tanto para exigir, como para aplaudir. En principio saludamos que se pueda hacer sin rejas de
por medio. No lo olvidemos nunca, la Democracia no fue un regalo que se nos dio livianamente.
Fue una conquista del pueblo. Y aunque muchos – demasiados tal vez – aún la discutan, es sin
dudas un valor para defender y construir día a día. Por eso, los traspasos de mando, las
asunciones de gobernantes de manos de la voluntad popular, son y serán siempre una fiesta.
Como lo fue la pasada del 10 de diciembre.
Lo que lejos de ser una fiesta, sino apenas una leve reivindicación, fue la sentencia por el caso
Próvolo a los curas Horacio Gorbacho y Nicola Corradi. No son las primeras condenas a curas
en nuestro país por abusos a menores de edad. Pero si las más duras. El siglo veintiuno ha
llegado con varias novedades, una de ellas es que se está terminando el largo ciclo de
impunidad para los curas pederastas. Esto gracias exclusivamente a las víctimas que se
animaron a denunciar y seguir los casos. Porque la iglesia, hasta el día de hoy –inclusive- ha
limitado su acción a encubrir, proteger y trasladar a sus pastores descarriados. Que en muchos
casos han hecho mucho daño a menores en distintas arquidiócesis, a lo largo de los años.
Sucedió en Irlanda, Estados Unidos, Australia, Alemania, y en muchos países de América
Latina. Los abusos denunciados se remontaban a varias decenas de años atrás. En todos los
casos la respuesta fue la misma: proteger a los culpables, encubrirlos y trasladarlos. En general
desde la jerarquía solo se ofrecieron tibias disculpas a las víctimas cuando los casos fueron
juzgados por los tribunales civiles.
No nos corresponde a nosotrxs decir qué debería hacer la iglesia. Pero una cosa es segura, las
últimas encuestas demuestran que cada vez más, la fe y la creencia, se está transformando en
un asunto individual que cada uno resuelve a solas, sin necesidad de intermediarios.
Desde la Mosquitera nos queda la tranquilidad de que allá por los lejanos años del 2001,
cuando comenzamos a existir, siempre levantamos la misma bandera: “Iglesia y Estado,
asuntos separados”.
Un nuevo gobierno apenas ha comenzado y ya comienzan a sentirse las primeras quejas de
los poderosos y sus espadas mediáticas. Hay que luchar hasta el final, por cada uno de los
privilegios conseguidos, parecen decir. Ojalá nosotrxs, laburantes de a pie, vecinos siempre en
la cornisa, tengamos la misma conciencia para luchar unidos por la defensa de nuestros
intereses. ¡Ojalá