YO NO SOY, NI LO VOY A SER. Sería muy boludo que en las tres primeras
palabras que escriba yo me defina como un boludo. Todos en este tren de las
relaciones humanas, hermosas, atrayentes y destructivas, pensamos que el
boludo es el otro, sino, que nos queda, pensar que el boludo es uno, nunca.
Aparte, por qué yo y no el otro, si hay tantos…, tantos y tantas. Convengamos
que ser boludo o boluda, es igual para cualquier sexo, y justo a mí me va a
tocar, justo a mí en la ruleta rusa de la vida, no. Miramos alrededor y vemos
que nos rodean, los boludos andan por todos lados, dando opiniones boludas,
actuando como boludos, pensando boludeces, los no-boludos (no los voy a
llamar vivos porque vivos estamos todos) vivimos en una isla, y nadie salvo
nosotros debemos habitarla, por momentos dejamos entrar a algunos, no sé si
para sentirnos acompañados o sólo para poder asegurarnos hablando con ellos
que uno no es boludo, que el boludo flota en todos lados pero justo acá, dentro
de la isla, no está. Miramos pasar las balsas llenas de boludos a la deriva,
saludan, las corrientes los llevan de un lado al otro sin un destino fijo. A veces
elegimos con quién estar en esa isla de los no-boludos y a veces es pura
casualidad. Parados desde la sabiduría de las opiniones y actos acertados,
miramos al resto del mundo, a los nabos siguiendo su ruta incierta.
EL PRIMERO QUE SE BAJA DE LA ISLA PIERDE. En cuanto alguno se baja,
y ni piensen que yo me baje porque soy el dueño de la isla, pierde. Si somos
cuatro, tres, o diez, no importa, esta opinión no se vale de la cantidad, sino de
la calidad de los que estamos. Alguien dice, chau gente, cagó, en cuanto se
alejó diez pasos, digo nadó, nos miramos entre todos, que somos los más no-
boludos, los que quedamos, y zas, le caemos encima al pobre, comentario va
comentario viene, ése que hace segundos se creía estar dentro de los selectos,
gente especial, ya no, si quiere volver le vamos a pisar los dedos en cuanto se
aferre a una chipica de la orilla.
ALGUNO OPINARÁ QUE SOY BOLUDO, Y… No creo, bah, qué se yo,
algunos dicen por ahí que sí, pero siempre el mundo dice de la otra mitad que
son unos boludos, uno tiene que estar seguro de uno mismo. Pero entre
nosotros, ninguno o ninguna duda del otro, le miro las caras a mis
circunstanciales compañeros y compañeras, y hay suficiencia para rato,
estamos cargados de seguridad, de aciertos, de decisiones seguras, de saber
hacia donde nos dirigimos, porque los no-boludos tenemos la capacidad de dar
siempre en el clavo, somos ideológicamente correctos, sabemos qué es lo
justo, somos objetivos, miramos al resto de la humanidad plagada de errores,
porque los errores son algo erradicado entre nosotros, alguna vez los hemos
tenido, pero ya no, todo se aprende. El error siempre está en el otro.
COMO EN LA ISLA NO HAY BAÑO CADA TANTO HAY QUE BAJARSE. Así
es, hay que buscar el momento, las necesidades son las necesidades, bajarse
de la isla de los no-boludos para buscar un baño significa riesgos, en cuanto te
separás del grupo de autoayuda empiezan los rumores, los murmullos, vas
saliendo y las orejas se te ponen rojas, un zumbido penetrante se te clava en el
tímpano, la cabeza estalla, y hasta te da ganas de aguantarte y volver, pero no
das más y te tirás al mar de las balsas, de golpe, sólo por esa necesidad
fisiológica pasás a ser un boludo del montón. Consejo, mejor buscá un arbolito
en la isla o en todo caso, encima.
HACER ES UN RIESGO. Así es, mejor que hagan los otros. El tomar
iniciativas, remangarse la camisa, dame la pala, yo voy, eso lo hago yo, se me
ocurrió una idea, todos, todos son riesgos. Alguien que me explique para qué
uno debe arriesgarse a la crítica de los otros, ¡hay que ser boludo no! No hay
nada mejor que la oreja atenta y los brazos en la espalda, uno debe ubicarse,
inclusive dentro de la isla donde todos somos hermanos, uno debe estar
atento, nunca caminar por el borde, nunca falta el que te empuje haciéndose el
boludo. Si uno está con el oído atento, seguro escucha, “viste al José como la
caga su mejor amigo, qué boludo, no se da cuenta”, “el Tano trajo un asado
más duro que el quebracho, le vieron la cara, qué boludo”, “viste lo que pagó el
Miguel por la moto, me hubiera preguntado, yo tengo un amigo que…”. Es
mejor andar con la boca cerrada, actitud cero, y una sonrisa de paz en el
rostro, eso, mostrarse feliz, seguro de sí mismo, paso firme, el que todo lo sabe
pero no dice, no dar oportunidades a la crítica, mejor el silencio antes que
alguien se de cuenta que sos boludo.
NADIE SE SALVA. Sí, al final nadie se salva, nadie queda fuera del descarne
del prójimo, del cercano, del lejano, del pariente, del más amigo, porque hablar
de los que tropiezan y caen de la isla es una cultura propia del aburrimiento.
Nadie se salva, todos estamos en la vidriera de los ojos de los otros y otras que
pasan, como nuestro pensamiento seguirá siendo que “el boludo es el otro”,
mejor empecemos por arriesgarnos, o lograr algo superior, una gran meta a
cumplir, aceptarnos entre todos como humanos hacedores de aciertos y
errores, aplaudir los esfuerzos, y si alguno se cae, estirar la mano para que
suba y nunca, nunca empujarle o pisarle los dedos.