Si no te pasó, perdiste una maravillosa oportunidad de sufrir. No dormir. Ojos abiertos. Para colmo noche cerrada, ni un pedacito de luna que de brillo. ¿Dónde mierda está el techo? Sé que estoy boca arriba y el techo no aparece. Dudo, eso, estoy al revés del mundo, por eso no veo, miro para Japón que debe estar al otro lado del planeta, entonces estoy boca abajo. Pero no, levanto las piernas y se elevan, el techo está arriba y yo soy un boludo que no puede pegar un solo ojo. Lo intento, cierro uno solo para destruir el mito, para bardear la frase, siento que estoy tuerto, igual no veo, parpadeo con los dos, nada. El mundo se convirtió en yo mismo, yo solo conmigo. ¿Duerme la negra?, claro que duerme, reduerme, recontraduerme carajo. Le pego golpecitos con los codos, como para saber si está, y está, no se fue, no es de mañana, ya no sé si es hoy. Miro el reloj del celu, lo prendo para saber que existo, son las dos, laaas doooss… la luz da un pantallazo de realidad, la pared, la ventana, el placard, está todo, y yo también. Se apaga, otra vez la oscuridad. No es que le tenga miedo, nunca lo tuve, pero la oscuridad sumada a uno mismo, con los quilombos a flor de pensamiento, ahí te quiero ver remar en cemento, ése es el cuco, nosotros mismos, solo y con uno mismo. Me doy vuelta para su lado, la abrazo, se corre un poco, la abrazo, se corre otro poco, seguro ya está por putearme, me doy vuelta para mi lado donde el infinito me pertenece. Otra vez solo. Por más que salte arriba de la cama no puedo joderla, ella duerme porque se clava una pepa todas las noches, así claro, cualquiera, el asunto es estar con uno mismo sin pepa.
–¿Querés una, o media?– me dijo, –No quiero, gracias, no quiero, te lo dije mil veces, no quiero-. Cada noche se repite la ida y vuelta, pregunta y respuesta, –jodete sino querés-, lo murmura con esa tranquilidad que tiene cuando va a dormir, porque sabe que tiene una pepa en la mesita de luz. Ahí está, mirala, dormida como una osa invernado, estoy seguro que antes de apoyar la cabeza en la almohada, en el mismo trayecto, pasó a las manos de Freud. Increíble, carajo, perdón. ¡No me voy a tragar una de esas pepas si soy vegetariano!, anda a saber lo que tienen adentro. Todo lo que consumo tiene que ver con la naturaleza, todo orgánico, por si no lo conté, tengo una huertita atrás de las higueras, nadie lo sabe, qué sé yo por qué no lo cuento, como si fuera un delito, pero viste como son los carnívoros, te saltan a la yugular, ven que comés alpiste y te dan sin asco, probate esta costillita con grasita… mirala, no te gusta, y esta morcillita, tomate un Fernet con Coca, y yo no, ¡PORQUE NO!, tengo mis principios che, soy orgánico. Atrás de las higueras está mi remanso, ahí es donde planto coliflores, tomates, albahacas, tengo hasta puerro, a mí no me vas a ver fumigar con insecticidas, ni en pedo, lleno de cáscaras de naranja la huerta, le meto menta por todos lados. Lo mío es lo orgánico, ¿o tengo que repetirlo? ¡NO QUIERO UNA PEPA NENA, YA SABÉS!
La negra me putea, hay que aguantarse el olor a bosta que sale del “compos” que hice justo debajo de la ventana de la pieza, ya lo sé, no se acercan ni los gatos, pero la tierra es natural, a ella hay que devolverle lo que nos sobra, todo lo orgánico, así es, después aparecen las lombrices, las cagadas de las lombrices, la vida con olor a podrido, pero sana. Yo riego lo justo, lo necesario, por goteo, porque el planeta no resiste, el planeta está quebrado, entre todos lo hemos dejado en pelotas, en cualquier momento explota, por eso amo al berro, a la achicoria, las papas coloradas, las cebollitas de verdeo, la sal del Himalaya, tomo agua, agua pura, no digo que no se me pasa por la cabeza darme alguna noche con un Malbec, sólo para probar, para ver si duermo. ¡Pero NO!
Me doy vuelta para el otro lado, cómo se mueve esta cagada de cama, o es el colchón, igual la negra no se va a despertar, si hoy me parece que se tomó dos pepas, seguro, presintió que yo iba a estar insoportable. Tenía razón. El insomnio es una mierda, pero me dijeron los que saben, que puede ser que no duerma porque mi alimentación es tan tan sana, que necesito menos descanso, soy pura energía, y así debe ser, porque ya son las cuatro y nada. Intento de nuevo cerrar los ojos, respiro profundo, el aire me penetra hasta los últimos huecos de los pulmones, es una técnica, la conozco por yoga, me siento vivo. Estoy vivo. A tal punto vivo que escucho mal o están cayendo unas gotas. Me levanto, sí, está lloviendo, la naturaleza es sabia. Uh, dejé cerrada la válvula para llenar la cisterna. Explico. Es que tengo una cisterna donde acumulo el agua de lluvia para después regar la huerta y no usar la de consumo humano, hay que ahorrar las reservas del planeta. La puta que hace frío, salí descalzo, lo único que falta es que no pueda dormir y encima resfriado, y bue ya está, abro la válvula que conecta la canaleta del techo de la casa con el pozo, empieza a correr un hilo finito y el murmullo del agua suena dentro de la chapa. Me voy adentro, me mojé el pelo, las patas embarradas. Paso silencioso para al baño, meto los pies en la ducha helada, me seco las gambas y el pelo con una toalla, me corre un frío por la espalda. Son las cinco, momento para decidir si entro a la cama o ya me quedo levantado, da lo mismo, no, no da lo mismo, pero aflojo, entro a la cama y está la negra, entro, siento que está tibia, como siempre, me arrimo, qué bueno, no se escapa, entro en calor, listo. El problema sigue igual, los ojos los tengo más abiertos que a la una. No me pienso clavar una pepa Negra, ni loco, dejame con mis almendras de mañana, mi té de flores de jazmín y la paz de los sahumerios de lavanda. Por suerte es invierno, el sol no va a joder hasta las ocho y media, tengo tiempo, tal vez si hago cuentas, ¡eso!, ahí está, me pongo a hacer sumas y restas, multiplicaciones, en el bocho hago fórmulas, empiezo por la tabla del dos, me sale, sigo por la del tres. Cierro los ojos para ver si funciona, 6 por 6, 36, 6 por 7, 42… no funciona, ni un cálculo con integrales me va a dar sueño. Me río de los que cuentan ovejas, ¡dejate de joder!, quién a esta altura cuenta ovejas para dormir, eso es un mito del medioevo. Pero igual, tal vez regresando a lo ancestral sirva. Me pongo telúrico y cambio la oveja por una llama, claro, me concentro en la llama, primero la imagino, antes debo cerrar los ojos porque el resplandor de la ciudad rebota en las nubes y me distrae, tengo las pupilas dilatadas como cacerolas. Ya tengo a la llama, aprieto los ojos con furia, está la llama, la veo de costado, como en las fotos de una postal en Jujuy. La llama no se mueve, la muy jodida no se mueve, como si la hubieran enyesado, es blanca, parece dormida, no salta ninguna valla, ¿dormirán parados estos bichos?, qué sé yo. ¿Y si la Negra le dio una pepa para ponerla en mi contra?, no, ahora se mueve, pero no camina, sólo gira el cuello largo y arrogante, me mira, y fijate vos la condenada lo que hace, me guiña un ojo. Ninguna duda, esa llama la puso ella para obligarme a tomar la pepa, para dejar de ser puro, vegetariano, y orgánico, para que abandone los licuados de limón con ananá y las manzanas ralladas con jengibre, ella quiere que ceda. Son las siete y media de la mañana, ya entra algo de luz. El amanecer. Yo nada, como a la una, quieto, duro, mirando al cielorraso que ahora existe, sigo firme como si fueran a izar la bandera y yo tuviera que ir al mástil en pleno invierno, en patas y con nieve.
La negra se despierta, se digna a abrir los ojos a las ocho, durmió nueve horas che, nueve horas corridas. Estira los brazos como le enseñé, para adquirir energía y elongar la quietud de los músculos. Y como siempre, como cada mañana, se da vuelta, me mira, y dice, –hola dulce, ¿dormiste?-. Entonces le doy un beso y le digo susurrándole al oído, –por qué no te vas a la mierda-.