EN BUSCA DE LA DIGNIDAD PERDIDA: FÁBRICAS RECUPERADAS

Por Fernando Álvarez

La vieja tradición de la vidriera

Aquí en Mendoza tenemos desde siempre el berretín de entretenernos comprando huevadas, ayer en las galerías, hoy en los shoppings y malls, si son chilenos mejor.

Vamos a esos centros de exposición vestidos con nuestras mejores galas a ejercer el deporte que más nos gusta jugar: hacernos ver.

Mientras tanto este sistema que nos tiene recontra mil estudiados, nos fascina y nos hace desear con envoltorios brillantes, espejos de colores, promesas incumplibles.  He allí toda su magia: esconder detrás de un hermoso envoltorio una larga cadena de rapiñas, humillaciones, abusos de poder, explotaciones, maltratos y esclavitudes en lo que consumimos día tras día, a cada momento.

La dignidad de todos

Mientras tanto, fuera de las vidrieras consagradas encontramos un grupo de trabajadores que están resistiendo los embates de este neoliberalismo 2.0. con organización, solidaridad, ventas a mitad de precio, abonos y suscripciones on line, peñas, festivales, trueques con otras cooperativas, trabajo al costo, optimización al máximo de la energía, ollas populares, rifas, bingos. Hoy las fábricas recuperadas han sido llevadas al límite de su supervivencia, pero resisten con más y mejores armas que las fábricas tradicionales. Porque tienen una larga historia de resistencia detrás. Todo sirve a la hora de mantener el trabajo y la dignidad.

Y ya se sabe, porque nos ha pasado antes: si permitimos que alguien pierda la dignidad, empezamos a perderla todos. Sepámoslo, mientras nos ocupamos en consumir para ser felices, aproximadamente 10.000 obreros, que trabajan en empresas recuperadas, están dando hasta lo último que tienen para sostener una fuente de trabajo digna, que ellos mismos crearon y sostuvieron, contra viento y marea.

La medida del éxito

La expansión de las empresas recuperadas en Argentina es un fenómeno que no tiene equivalente en el mundo. Se estudia en las universidades del mundo y sin embargo es un fenómeno ignorado por gran parte de nuestro país, a pesar de que desde 2001 ha crecido de forma incesante. Aún hoy contra toda evidencia, es resistido.

El gobierno de Macri como el de la gobernadora Vidal, han vetado leyes que favorecían a las recuperadas, también han recibido críticas desde la izquierda y sobre todo desde la derecha. El diario La Nación hace unos meses ha editorializado en su contra, y diversos analistas como Ricardo López Murphy – quien participó en varios de los gobiernos que nos llevaron a la quiebra – opinan hoy libremente, sin que a nadie se le mueva la peluca, cosas tales como que la política económica del gobierno es exitosa y dictaminan que “la autogestión ha sido un fracaso, esas empresas no son competitivas”. ¿Cuál es la medida del éxito para estos personajes que opinan que el plan económico en curso como exitoso? En cambio, ven como un fracaso a las empresas recuperadas que hace 20 años, sin posibilidades de acceder al crédito, vienen sosteniendo y aumentando los puestos de trabajo. Empresas recuperadas que no permiten además que ningún empresario corrupto fugue sus millones al exterior.

La economía social – y las recuperadas como uno de sus pilares – plantean un cambio de paradigma. El camino es desde la economía neoliberal, individualista y competitiva a una economía solidaria. A pesar de la crisis que las ahoga, las empresas recuperadas siguen sosteniendo espacios como bachilleratos populares, bibliotecas populares, comedores, centros culturales, uniones vecinales, brindando talleres de capacitación, o coordinando acciones con asociaciones civiles. Todo esto sin propaganda, ni tapas de revistas.

¿Cuántas empresas privadas exitosas emprenden este tipo de acciones? ¿Cuál es entonces la medida del éxito empresario? ¿Cuántos de nuestros empresarios exitosos pueden decir que priorizan la fuente de trabajo de sus empleadxs, por sobre sus ganancias?

Lo que sucede es que por fuera de las propagandas y de los brillos mediáticos, existen diferencias profundas entre el trabajo autogestivo y el trabajo privado. Sin embargo, estas diferencias no se ven reflejadas en los envoltorios de sus productos, sino en otro lugar. Un lugar invisible a los ojos y que tiene que ver con lo esencial, un poco con el corazón y otro poco con la conciencia. Dos valores que hoy no estarían cotizando en bolsa.