Para La Mosquitera
Este invierno crudo invita a la introspección, a buscar fuegos amigos, al encuentro cálido de los seres queridos. Fernando Rosas armó su propio refugio ante el tiempo, y gracias a éste. Refugio que abre para quien quiera recorrer en la obra de su padre y en la suya propia las evoluciones que sirvieron para llegar este presente. Porque el tiempo y el espacio operan en los cuerpos, en las miradas y en el quehacer rumiante de quienes deslumbran, entre luces y sombras, con su arte.
Esta muestra surge como una convocatoria de la Bodega Trivento y de MovArt para hacer exposiciones de padres e hijos e hijas; madres e hijas e hijos, son 3 exposiciones en la bodega durante el 2019. “Yo acepté. Y dije tengo el desafío de hacer de esta muestra algo diferente; diferente de mudar las esculturas de mi padre que tengo en mi casa y llevarlas a otro sitio. Entonces decidí darle este carácter de retrospectiva, que tampoco lo es tanto porque no tiene las características más científicas, más prolijas, más enciclopédicas”.
Rosas & Rosas
Qué cosas que tiene la vida; Fernando encontró en un baúl dibujos de todas las épocas cuenta, y arremetiéndose para saldar esa deuda, armar esta muestra era una buena excusa para nomenclarar esos trabajos y entrar en ese proceso de revisar y ordenar. “En lugar de mostrar las esculturas que están en el Taller de mi padre – quizás las que más se ven por estar en un espacio museo- voy a hacer una recorrida por distintas personas que han comprado obras de mi padre y pedírselas prestadas para esta exposición. Propuesta que fue muy bienvenida, ya que me han facilitado una linda cantidad de obras. Éstas son difíciles de ver porque están en lugares privados”. Por estas razones, esta muestra tiene para Fernando varias implicaciones: por un lado, el repaso general, “que como todo repaso general habla de una evolución, de allí el nombre de la muestra, Evoluciones. Entonces, la pregunta que surge es de dónde viene, cómo alguien se transforma en Roberto Rosas o en Fernando Rosas… éstos son los procesos, las cosas que tuvieron que pasar para llegar a estas pseudo conclusiones, que son las obras últimas de muchas otras en su andar”.
“El encuentro con ese baúl fue una experiencia interesante”, explica Fernando, “hurgar aquellos viejos recuerdos plasmados en esos papeles y dibujos de mi padre. Pero también de los míos propios. Ahí me doy cuenta de todas las cosas que había en mi mente, recordás toda la potencia que habitaba en tu cerebro, y tiene algo de emocionante y algo de simpático. Espero que la muestre funcione, que la gente entienda y vivencie esto que yo creo que logré”, esa es la intención de Fernando.
Y ahí, se cuela él mismo. Fernando entra en el detrás de escena y en la escena misma, para volver esta muestra una exposición simétrica: “del origen de mi padre, y largo recorrido; desde mi origen a un amplio recorrido” explica el artista, que riendo hace la broma de que suena absurdo hacer una restrospectiva a sus cuarenta y tres años, pero el fin es encontrar esa intención armónica entre dos figuras que portan apellido y pasiones, pero también marcas propias.
La figura del Padre en la propia evolución
Inevitablemente voltear la mirada nos hace ver cómo hemos atravesado los procesos de muertes inevitables, de duelos, de nacimientos. “Yo evolucioné como evolucionan las personas frente a la psiquis de sus padres. Al principio era gloria y loor, era lo imitable, lo fantástico, lo maravilloso. Y bueno, luego uno tiene que matarlo simbólicamente al padre, negarlo, destruirlo. Y allí buscar: buscar sus propios códigos, sus propias estructuras. Y después cuando uno vuelve, se da cuena de todo lo que el viejo en realidad había conseguido. Yo ahora estoy en esa etapa, en la de comprender cómo es que el viejo llegó a estas conclusiones; y cuán profundas y ciertas resultan éstas. Me gusta mucho ver cómo fue cambiando este discurso, hasta transformarse en la obra que hoy es”.
Desde la cuna se entrecuzaron los caminos, no sólo como padre e hijo, sino como artistas. “Siempre pienso que yo empecé a caminar donde mi viejo me dejó. Su vida la caminó él. Entonces yo ya venía con medio camino andado; es más fácil desde ahí encarar las novedades, aventurarse con ese basamento ya hecho”.
Respecto a su figura “jamás sentí ningún tipo de presión al respecto. Es paradójico porque en general los ‘hijos de’ tienen una especie de mácula, de aquellos que intentan cargarle a sus espaldas mandatos del tipo ‘sos el hijo, nunca serás tan bueno’; en mi caso nunca sentí eso”, reflexiona Rosas hijo. Lo único que sí vivió en algunas etapas de su vida, fue una herencia de las enemistades de su padre: “había gente que no me conocía, pero por ser hijo de Rosas me trataba mal”.
Otros lugares de encuentros y desencuentros
“La biblioteca de mi viejo era una biblioteca de artista, desde allí nos vinculábamos”. Pero además otro hilo los abrazaba: la música clásica. “Y yo consumía lo que consumía mi viejo. Y de más grande le empecé a regalar algunos discos de música y desde ahí nos comunicamos mucho tiempo. Después en mi vida apareció el jazz, el rock, y otras cosas y ahí medio que nos separamos en ese plano, un poco”.
En esa biblioteca Roberto Rosas, cuenta su hijo, tenía una especie de fijación por la bibliografía histórica: “le gustaba la cultura en los términos del conocimiento de datos, leía mucha biografía, tenía una enciclopedia de las revoluciones, otra de la humanidad. En cambio a mí siempre me gustó más la ficción. Cuando empecé a leer me fui directamente para la ficción, la historia, a diferencia de Rosas padre, no me interesó demasiado”.
Esta muestra es un convite a ese baúl de Rosas Padre, a ese refugio de Rosas Hijo.
La muestra per sé: Evoluciones
¿Qué vamos a encontrar? Dibujos y esculturas, de Roberto y Fernando Rosas
¿Cuándo? Desde 7 de julio al 20 de septiembre con entrada libre y gratuita
De lunes a sábado de 10 a 17
¿Dónde? Espacio de Arte de la Bodega Trivento (Ruta 60 y Jerónimo Ruiz, Maipú).