Por Fernando Alvarez
Reflexiones sobre la muerte de Fidel
¿Cuándo empieza una época? ¿Cuándo termina? ¿Cuando terminó (o terminará) la edad más oscura de qué se tengan recuerdos? ¿Cuándo empezó el saqueo del país?… Los historiadores viven con este tipo de preguntas encima y se imponen la obligación de responderlas.
Por eso “dicen” que la edad moderna dio comienzo cuando un grupo de hombres venidos de España pisó las costas de alguna isla del Caribe. O que la edad contemporánea comenzó a rodar junto con la cabeza del rey francés, cuando se la cortaron en la plaza de París.
No me gustan esas convenciones, nada empieza o termina de un momento para otro.
Hace tiempo ya que vienen anunciando el fin de esta era, que pareciera solo puede terminar con una caída: El muro de Berlín, las Torres Gemelas.
Después que se anunció la muerte de Fidel Castro, aparecieron nuevamente los apocalípticos de siempre: “Es el fin de una época” dijeron algunos.
Es cierto, Fidel era un hombre de muchos años y la mayoría de sus contemporáneos ya están muertos. En los tiempos en que fue joven al cambio se le llamaba Revolución. Él organizó, encabezó y llevó adelante La Revolución Cubana de 1959. La única revolución del siglo XX que no pudo ser vencida, doblegada, traicionada o infiltrada. A pesar de que lo intentaron hasta el cansancio, a pesar de tratarse de una pequeña isla ubicada a unos pocos kilómetros de su principal enemigo: el país más poderoso del mundo, a pesar de sufrir más de 50 años de bloqueo económico, a pesar de toda la propaganda negativa que se pueda imaginar. A pesar de todos los pesares, hubo Revolución en Cuba, y continúa hasta el día de hoy.
Después vendrán las interpretaciones, los análisis: Erradicar el analfabetismo y la desnutrición infantil a costa de impedir la disidencia. Tener una medicina de referencia a nivel mundial y ser el país con mayor cantidad de misiones médicas solidarias en los lugares más pobres del mundo, a costa de generar una gran cantidad de exiliados políticos. Y así se podría seguir tirando datos al debe y al haber. Un juego sin sentido, si tenemos en cuenta que la verdad histórica de los hechos es una masa que se cocina en el horno del poder.
Con el paso del tiempo los grandes constructores de sentido e interpretaciones nos explicarán quién fue Fidel Castro, y qué fue la Revolución Cubana. Y nosotros tragaremos esa verdad como nos tragamos el pan de cada día.
Pero por más que la soslayen o la ubiquen en un lugar lateral, pequeño, casi invisible dentro de la gran línea del tiempo de los grandes sucesos históricos. Aún así no podrán ocultar que hubo un hombre que se llamó Fidel Castro que encabezó una revolución, que a pesar de mil y un intentos por parte del país más poderoso del mundo, nunca pudo ser destruida, doblegada, infiltrada y traicionada.