(por Javier Chaar)
Daniel Ianotti lleva adelante el vivero y huerta de la Dirección de Responsabilidad Penal Juvenil, en Villa Hipódromo, allá por el corredor del oeste. Gente amiga que trabaja en la DRPJ me invitó a conocer esta experiencia, y no dudé en ir. Es sábado a la mañana y me encuentro en el vivero con Daniel, Amalia, Braulio y Miguel. Antes compro unas tortitas que ya las tengo junadas por buenas, que acompañarán los mates y la charla.
El vivero y huerta son un espacio protegido para pibes en contexto de encierro del ex COSE, que están dos o tres años en este sistema. Empezó a funcionar en el 2010; en el 2007 se hizo una primera aproximación, se empezaron a poner aromáticas, pudiendo ver la posibilidad de multiplicar plantas.
Quienes trabajan con población, con las problemáticas con las que se aborda el ámbito de privación de la libertad, consideran que este espacio brinda una herramienta. El hecho de que el chico adquiera un hábito de trabajo, que tenga un conocimiento desde lo concreto, es una oportunidad para trabajar después, para tener un grado de especialización o de capacitación, que el encierro propio no lo da. La mayoría de los que entran al sistema penal juvenil son pibes que no tienen oportunidades de estudiar, de trabajar, con problemática social compleja.
Pero el trabajo con la tierra genera mucho más. Es el espacio que le aporta algo a la persona, dentro de una instancia tan penosa como es la privación de la libertad. Le hace ver que tiene posibilidades; le afianza la autoestima, le da un montón de elementos desde lo personal que, de alguna manera, enriquecen.
La vuelta que hacen los chicos consta de varios cursos, durando entre un año y medio y dos. Los cursos son: Huerta Intensiva Orgánica, Reservorio de agua, Armado de invernáculos, Duplicación de aromáticas, Lombricultura y Energías alternativas. Durante el curso de energías alternativas construyen un horno chileno, como el que hacen en Lavalle, y un horno solar. Daniel me dice: “los dejo que ellos actúen. Ellos han elegido cómo hacer el barro, eligieron hacer la puerta de este lado porque acá se calentaba mucho y se destruía”. Es consciente de la posibilidad que representa para los chicos adquirir conocimiento en estos temas: “Esto para los pibes es el futuro. Saber hacer un termotanque ecológico, hacerte este horno. Para mí es vida y es posibilidad para familias”. El horno lleva cinco años de uso, haciendo pan, pizza y otras comidas.
Daniel sostiene que el trabajo de la lombricultura es terapéutico: “el guano es del hipódromo, viene muy rico. Estuvieron tamizando ahora. La idea es que hagan todo el proceso de las lombrices, y trabajando la paciencia. Los lombricarios los hacemos acá, en tachos de doscientos litros. Se preparan las camas, se inserta el núcleo, y después se tamiza, se empiezan a rescatar las lombrices. Hay todo un proceso que lleva dos o tres meses”.
Para recuperar la fertilidad del suelo, sembraron avena, alfalfa y centeno. “Ahora estamos haciendo un sembrado de abonos verdes, porque ya la tierra, después de siete años se ha agotado mal. Cada vez sacamos verduras más chiquitas, y los pibes se frustran con esas cuestiones. Si tenemos buena tierra vamos a sacar buena verdura”.
En la huerta orgánica, los chicos pueden probar distintas técnicas, tienen la posibilidad de aprender haciendo. “Estas son todas experiencias que hacen ellos, van tirando semillas y van viendo cómo sale. Esto lo ha hecho uno, ése lo hicieron otros, el de allá atrás lo hicieron unos que estaban ya más capacitados. Otros se ponen a hacer plantitas, para la viejita, para vender, y se ponen a duplicar cualquier planta que ven por ahí que les gusta. Otros se ponen a hacer orégano. Hay una cierta libertad”.
También multiplican árboles para parquizar otros espacios, como unos pinos para Casa Cuna. Daniel me comenta sobre la relación que se genera con los chicos de esta institución; los pibes se identifican con esos chiquitos que también han sufrido abandono, se ponen en un rol protector, como de hermano mayor, y los aconsejan. “Es impresionante cómo se identifican, empiezan a hablar de lo que no tienen que hacer, se ven reflejados también en ellos, muchos también han pasado por procesos que han pasado ellos. Eso para mí es reinserción”.
Daniel tiene claro que si bien los pibes salen con una herramienta de trabajo a partir de esta experiencia, sería mucho mejor “si este dispositivo fuera territorial y pre-judicial, donde tenés la problemática, en el cordón periférico, y que los pibes tengan esta posibilidad antes de que caigan en la comisaría del menor”.