Se ha hecho casi cotidiano escuchar comentarios o leer cosas o ver imágenes que desvalorizan a las personas por su aspecto, ideología, religión, sexualidad, y etcéteras. Podemos darnos cuenta de que lo que se persigue es incitar al receptor a participar de la humillación ¿Cuáles serán las intenciones no dichas atrás de esto?
Contactamos a Guillermo Barón, Doctor en Ciencias Sociales, profesor e investigador de la UNCuyo, para conversar sobre la producción, circulación, difusión y penetración en la sociedad de los discursos de odio.
A propósito de los recientes hechos en la legislatura respecto de los mapuches, dijo: “… hemos tenido un ejemplo clásico ahora de cómo se transforma en este ser carente de todo tipo de derechos, cómo a ciudadanos argentinos se les quita por decreto su ciudadanía… es un ejemplo de manual de racismo…”
Consultado sobre la posibilidad de que se vuelva a perseguir o matar a una población por su identidad, expresó: “… no podemos decir esto no va a volver a pasar, siempre puede volver a pasar y siempre hay que estar vigilando, es nuevo que haya una declaración oficial porque el racismo lo vemos todos los días…”
Nos dejó una reflexión sobre una manera de hacer política actualmente: “… uno piensa que la demagogia solo se puede hacer con cosas buenas y no: también se puede hacer con cosas malas, satisfaciendo esta necesidad de canalizar la frustración y el odio que uno tiene por llevar una vida de mierda, si se quiere, a mucha gente le pasa eso: es explotada en el laburo… le salen mal las cosas en la vida…”
La pirámide permite entender que el discurso de odio está estrechamente relacionado con el concepto de discriminación y con los actos de violencia. Para que la discriminación se instituya legalmente, primero tiene que estar social y políticamente legitimada, es decir, debe ser percibida como lo “normal”. A su vez, para que pueda surgir una violencia sistemática y generalizada, deben ocurrir otros procesos. Es decir, el genocidio no se realiza en secreto de un día para otro, sino que se va construyendo de a poco, capa tras capa.