LA MOSQUITERA; 20 AÑOS: APUNTES PARA LA HISTORIA DE ESTE LUGAR

El camino de La Mosquitera son conceptos y actos de cara al sol y la luna. En sus comienzos, quizás, fueron apenas balbuceados por quienes comenzamos a inquietarnos con la idea de una revista barrial pues, no éramos comunicadores ni periodistas o vendedores de algo necesitados de algún pasquín para promover nuestra mercancía. Todes vivíamos en el barrio grande de El Bermejo o el Distrito y todes estábamos, de alguna manera, vinculades a lo que fue la Asociación de Artistas y Artesanos para la Radicación en El Bermejo, El Sauce y Colonia Segovia, cuya acción en la comunidad generó lo que llamábamos por aquél entonces “el cosquilleo”…algunas pulsaciones nerviosas que motivaban hacer cosas junto a otres; para la felicidad y el trabajo de cada une y…les demás, todes juntes.

El contexto político y social del momento y el quehacer de la Asociación de artistas y artesanos en nuestro lugar a partir del último tramo de la década de los ochenta, fueron el caldo del cual nació la idea de la revista barrial que el grupo fundador después denominó La Mosquitera, revista barrial con pretensiones. Por eso, varies viejes de nuestra comunidad reconocemos en La Mosquitera mucho del espíritu de la Asociación de artistas y artesanos; desde lo transversal o esa suerte de democracia directa hasta el cotidiano abrazo compañero, pasando por todo el universo de contradicciones y síntesis que el colectivo ha encarado y resuelto para dar sostenibilidad al proyecto.

En estos primeros apuntes, va una breve reseña del tiempo y la actividad de la Asociación, producto de esa buena costumbre de partir siempre desde el inicio…ahí está la historia, la memoria.

Fue por el año 1988 que comenzó a ser visible la idea de la radicación de artistas y artesanes en El Bermejo, El Sauce y Colonia Segovia, por lo menos en cuanto a acciones concretas de un determinado grupo de personas con algún nivel de organización y un plan mínimo. Estas acciones la vinculaban con algunos estamentos del estado municipal y vecines del lugar. Hasta donde sabemos, no hay registros que den cuenta de una fecha certera de cuando se creó La Asociación de Artistas y Artesanos para la Radicación en El Bermejo, El Sauce y Colonia Segovia.

Este grupo, de artistas fundamentalmente, encabezado por Luis Quesada, Roberto Rosas, Mario Álvarez Dewey y Carlos Ojam, entre otres, se plantearon la creación de la Asociación para la radicación, con el objetivo central de que cada artista y artesane afincade en la zona construyera su casa-taller y desde ahí generar mejores condiciones y posibilidades tanto creativas,  de difusión y venta de sus obras. Este propósito contemplaba además, una suerte de reivindicación colectiva de les hacedores en relación a sus condiciones de vida y trabajo para lo cual, ya instituida como interlocutora válida, la asociación buscaba el reconocimiento del sector ante los diferentes estamentos del estado y otros sectores de la sociedad.

Por otro lado, y como efecto de lo anterior, se esperaba que estos distritos del departamento de Guaymallén, necesariamente iban a tender a constituirse en un polo de desarrollo local con una impronta fuertemente ligada a la producción artística, artesanal y cultural en general. Favorecían a esta posibilidad las características medio ambientales de la zona y su impronta semi-rural, donde sobresalían sus grandes arboledas, pequeños y estrechos callejones, otrora vías del transporte de la producción agrícola hacia la capital de la provincia y en general poco desarrollo urbanístico. La presión inmobiliaria por estos lugares era mínima y la población habitante era de unas 10.000 personas aproximadamente. Sumaba a esta idea de posibilidades abiertas, la existencia de bodegas, viñedos, centros de recreación y clubes deportivos, un hotel importante, etc. y cierta aura de tranquilidad lejos del mundanal ruido citadino.

A varies artistes fundadores de la asociación les atraía el lugar por estas características, reforzada por la ordenanza municipal nº 22006/85 que declaraba a El Bermejo y El Sauce, áreas protegidas y de reserva forestal. Ya en aquél entonces, era común escuchar a vecinos del centro de Mendoza decir que El Bermejo quedaba bien lejos, lo que evidentemente era una aceptable rima pero que en nada expresaba la realidad material; El Bermejo está a sólo 7 kilómetros del centro de Mendoza. El Sauce quedaba relegado casi a lugar de paso y Colonia Segovia ya era la antesala del desierto lavallino. Esto favorecía, de alguna manera, las posibilidades de adquirir un pedazo de tierra. La tierra era más accesible que otros lugares, aún más distantes del progreso y las luces de la ciudad. En esto incidía, además, el bajo desarrollo urbanístico expresado en calles de tierra, transporte público malo, servicios básicos escasos y caros, etc, etc. La gran mayoría de las personas que se vinieron entusiasmadas a participar del proyecto se radicaron principalmente en El Bermejo y El Sauce en mucha menor medida, en realidad ambos distritos eran un continuo demográfico.

A poco andar, la Asociación logró hacer aprobar por el Concejo Deliberante de Guaymallén la construcción de la Plaza de las Artes y las Flores en El Bermejo (Sept. De 1988). Y para fortalecer la idea, comenzó a vincularse con les vecines de alrededor invitándolos a conformar un comité pro-construcción de la plaza, cuya inauguración ocurre en Noviembre de 1995. Miguel Trillas y Emilio Puebla, vecinos del barrio CEC, fueron algunos de los entusiastas integrantes de ese comité.

También tempranamente se logra la ordenanza municipal nº 2743/89, la cual otorgaba una serie de beneficios a quienes vinieran a radicarse encauzados en el proyecto de la Asociación. Estos logros tenían que ver con algunas excepciones en el pago de los aforos municipales para la construcción de la vivienda taller y otras que hacían a la mantención del carácter de reserva forestal del lugar.

La Asociación no fue una entidad tradicional o legal. Siempre fue una organización de hecho y legítima ante quienes se llamaban sus socies; les viejes vecines de la zona que veían con cierta sorpresa el arribo de otras gentes y la incipiente actividad cultural que comenzaba a desarrollarse; algunas autoridades de la gestión del estado municipal y provincial, además de importantes sectores del ámbito cultural de la provincia que simpatizaban con la propuesta de la radicación y el impacto que la iniciativa podía generar para el sector. No tuvo estatutos o algún documento conocido u oficial en donde se expresaran sus objetivos y normativas de funcionamiento como organización, pero sí tenía un logo; El Bermejal, que era un plano de tres pájares con sus alas desplegadas al interior de un círculo y cuyas partes inferiores casi rozándose, insinuaban un diamante con un grueso punto del color de les pájares en el medio. Estes pájares, representaban a cada uno de los distritos que involucraba el proyecto. A poco andar, este logo fue convertido en una especie de medallón de alrededor de 5 centímetros de diámetro y presentado por su autor, Don Luis Quesada, como una posibilidad de moneda local.

Su funcionamiento como organización fue asamblearia y si bien siempre tuvo una comisión directiva para resolver el tema de la representación y el aval a les socies que tramitaban los beneficios de la radicación, no llegó a deslumbrar por una orgánica que encauzara el cúmulo de ideas que tenían sus adherentes, las cuales podían ser tan diversas y de cualquier envergadura; desde quienes esperaban que la Asociación diera respuesta a problemas relacionados con la crisis económica que se venía gestando en el País, pasando por algunes que aspiraban a que la Asociación les gestionara becas o pasantías en el exterior, hasta quienes pensaban instalarse, trabajar y realizar la vida social entre les vecines del lugar con algún nivel de apuesta colectiva.

Lo cierto es que la gran mayoría apostaba por la producción y sostener de diversas formas la idea del proyecto de radicación, vinculándose con otres y la comunidad. Esto último, fue uno de los temas que más tensionaron las discusiones a su interior; se trataba de encontrar y construir formas de vincularse con la vecindad desde un lugar que no desvirtuara lo central del proyecto, que era la radicación y que si bien este incorporaba el tema del vínculo, el énfasis debía estar en lo primero. En definitiva, fuera de la riqueza de las discusiones, no se llegó a la generación de líneas internas pues la Asociación, tal cual se fue haciendo, no era una organización que diera el ancho para ese tipo de prácticas. Había espacio para quienes querían más y menos énfasis; libre albedrío y, a ser felices y trabajar.

La Comisión Directiva hacía lo que podía y era bastante lo que movilizaba  pues, para llevar adelante su función les integrantes restaban tiempo importante a su propio trabajo y familias. Era motivo de bromas el hecho que nadie quisiera, por muto propio, ser parte de ella y se armaban verdaderas emboscadas conceptuales cargadas de promisorio futuro para convencer a alguien para ser presidente o secretarie. Esto fue más visible cuando parte de les viejes fundadores ya no querían participar de esa instancia.

De alguna manera, lo asambleario respondía mejor al entusiasmo y las ganas de hacer de les socies y, también, a esa inédita idea de aglutinar en un mismo espacio a artistas y artesanes. Esto era novedoso, pero reflejaba la otra idea que merodeaba al tema de la radicación; les viejes soñadores que impulsaban el proyecto se asumían como trabajadores e iban sembrando, con sus talleres y conocimientos, un camino de compañerismo y solidaridad muy ajenos al trajín competitivo del ámbito cultural en general. Seguramente como en pocos lugares, ese grupo de mujeres y hombres trabajadores de la cultura, generaron una idea y práctica de compartir en el trabajo y el conocimiento; cada une con su propia envergadura junto a otres, en un mismo esfuerzo para embellecer el paso del ser humano por esta vida y para ganar el pan; para esa pequeña utopía, que algunes emparentaron con el sueño de Van Gogh.

Cualquier buena idea era acompañada en su realización por quienes se entusiasmaban con ella, participaban quienes querían hacerlo y no había cuentas por cobrar si algunes se restaban. Estas podían provenir de la misma comisión directiva, algún integrante o grupo de integrantes y con convocatoria amplia y generosa; así surgían las iniciativas de la Asociación. Esta total libertad de pertenencia respecto de las formas y la propia construcción del proyecto, de alguna manera, fueron restando fuerza a la consolidación del mismo en cuanto a su horizonte posible. Al mismo tiempo, el contexto de crisis desatada en el País hacía muy difícil que muches miembres volcaran energías y tiempo en algo que no ayudaba de manera concreta e inmediata a resolver las cosas de la vida real. El 10 % del tiempo de cada une para sostener la acción de la Asociación propuesto desde sus inicios por les fundadores, se diluía ante las urgencias cotidianas de muches de sus socies y como consecuencia de esto, solo algunes pudieron concretar el sueño de la casa taller.

Además de los incontables eventos en la Plaza de las Artes, como el recordado festival de barriletes de Septiembre de 1993 que motivó la primera murga de los tiempos modernos en El Bermejo con les chiques de la calle Limón de El Bermejo y el Flaco Suárez, la Asociación realizó una serie de actividades para exponer el trabajo de sus asociades en la comuna y la provincia. Ahí estaban todes los que querían participar y sin distinciones; desde artesanes del gusto como se les llamaba, hasta obras de los maestros Roberto Rosas, Luis Quesada y jóvenes artistas que comenzaban a despuntar en aquél entonces, como Nora López Millán, Fernando de Blasi, Marcela Furlani, Miguel Gandolfo, entre otres. A su vez, algunes de sus integrantes incursionaban en la generación de otro tipo de vínculos con les vecines de la zona a través de espectáculos en la Plaza de las Artes y las Flores e iniciativas más de tipo barrial, como el Primer Certamen de Dibujo Infantil realizado en la Calle Limón el año 1991 con alrededor de 60 niñes de allí mismo y barrios aledaños y el segundo certamen, en la actual Escuela Guaymaré. En estos se expresaba la idea de la no competencia en el trabajo artístico, por eso se les llamaba certamen y no concurso. Al final de la jornada, se hacía  una ponderación de los trabajos, animando a continuar con los empeños y sin podio de ganadores pues, la idea era incentivar el dibujo y la pintura, sin lastimar la sensibilidad y empeño que ponían les niñes en hacer sus mejores obras. Ahí, estaban les chiques dibujando; les vecines de la calle Limón resolviendo cualquier problema y organizando la chocolatada de término de jornada. Estos eventos y la calidad de los trabajos de niñas y niños entusiasmaban y fortalecían la idea, en algunes socies, de generar y estrechar más el vínculo con les vecines “viejes”.

A partir de estas iniciativas, asumidas colectivamente por les entusiastas, y ya con la Plaza habilitada para desarrollar actividades en El Bermejo, se corrió la voz de lo que ocurría en la zona concitando la atención y buena predisposición de muchas personas que generosamente apoyaban y participaban de la “movida” cultural. Sin embargo, pasaron unos cuantos años antes de que muches vecines del lugar se animaran a concurrir a la plaza. Es más, en no pocos eventos escaseaban les espectadores, aún con una oferta artística a cargo de reconocidas figuras del quehacer cultural provincial; costaba llenar la plaza. El proceso de inserción y vínculo con les vecines más antiguos se desarrollaba de manera muy lenta.

Hay que decir, con la consideración que merece, la receptividad y apoyo que tuvo el proyecto de radicación de artistas y artesanes por parte de toda la comunidad ligada a las artes y oficios de la provincia. Se daba una suerte de gusto mutuo; elles siempre dispuestos a venir, a colaborar, a estar…y con esa presencia de trabajo o estar en concreto, decirnos; nos gusta esto, por ahí va. Y desde la Asociación, es decir; el Roberto, el Luis, la  Nora López, el Miguel, el Patu de Blasi, la Anita Porras, Analía Garcetti, y los demás que estuvieran por ahí, la cabeza siempre abierta, el mate siempre listo y sinceramente gracias.

Sin un plan definido desde la Asociación, pero con la total disposición de esta para secundar, apoyar y colaborar materialmente una vez iniciados, se fueron desarrollando varias iniciativas que generaron espacios más abiertos a la participación de la comunidad, como la creación del coro Viento Sur bajo la dirección de Analía Garcetti, por iniciativa de ella misma con el apoyo de algunes vecines, en Junio de 1997. Coro integrado en su gran mayoría por vecines de la zona (¡incluso toda la cuerda de bajos eran vecinos del lugar!) y cuyas primeras presentaciones se hicieron en el patio de casas de la vecindad. Esta agrupación coral sigue trabajando hasta hoy, incluso con algunes miembres de los primeros días.

Otra iniciativa fue la creación de la murga Raíces Largas, en Mayo de 1998 por un grupo de jóvenes de El Bermejo, gran parte de elles estudiantes de la Escuela Pouget. Alrededor de 45 jóvenes participaron de aquella experiencia, que comenzó haciendo música con tachos de leche y pintura, usando electrodos como baquetas hasta que, con el apoyo de varies integrantes de la Asociación, fueron resolviendo la consecución de mejores instrumentos, trajes y hasta un viaje a la comuna de Corral, al sur de Chile, para participar en los festejos por un nuevo aniversario de su fundación. Como es de suponer, esta iniciativa es la que más ruido hizo en la zona y principalmente en la Plaza de las Artes y las Flores, pero no sólo por el sonido armonioso de su impresionante batucada, sino porque en comunión con artistas y artesanes de la Asociación organizaron talleres para jóvenes de metales, cuchillos artesanales, tejidos al telar, cerámica, vitreaux, madera, serigrafía, danzas y murga. Estos talleres eran coordinados por Maximiliano Castillo, Emilio Farfán y Fidel Mazzarella, jóvenes integrantes de la murga. No son pocos les integrantes de lo que fue esta formación que, en la actualidad, trabajan en oficios ligados al arte o la artesanía.

La Asociación como tal, también fue precursora de los Encuentros en el Arte, la Artesanía y la Producción Barrial de la calle Maure realizados a partir de mediados del año 2000 y varies de sus miembres continuaron sosteniendo este proyecto hasta Noviembre de 2013.

Es en este contexto de trabajo de la Asociación, con sus cuantiosas y diversas acciones, que se construye la idea del pueblo o aldea de artistas y artesanes; el sueño de Van Gogh realizado, según la visión de varias personas, entre ellas, el periodista y escritor mendocino Rodolfo Braceli y que, incluso, ocupó sendas páginas en revistas de nivel nacional y provincial. Podríamos decir que se trataba de un gran reconocimiento a una hermosa idea y, también, a una actividad palpable, concreta y difícil de ignorar pues, es innegable el papel y la incidencia que tuvo para la vida en estos lugares, la acción de la Asociación.

Por otra parte, la travesía de la década de los noventa bajo los dos gobiernos del peronista Carlos Menem y con la fuerte impronta neoliberal que asumieron, dejaron tierra arrasada en nuestro lugar y todo el País. En esta década, el poder de los grupos económico-financieros y el modelo excluyente parido por la última dictadura militar, se afianzó con el aval de la élite política del establishment urgida por conducir al País al llamado primer mundo, en donde le esperaban las llamadas mieles del progreso y desarrollo. Como ya sabemos a estas alturas, eso tiene otra traducción para para los trabajadores y pueblo en general; en nuestro caso, significó un golpe mortal a los planes y la economía familiar de muches de les integrantes de la Asociación. Ya se hacía muy difícil acceder a un lote, mucho más construir algo para continuar la vida. La economía de numerosos integrantes se reducía a parar la olla con mucho esfuerzo y la resistencia al embate neoliberal se llevaba casi todos los esfuerzos y energías. Nada cambió con el sucesor de Menem, el radical Fernando de la Rúa, que llegó al gobierno con una alianza que incorporaba a algunas figuras de las llamadas progresistas, por el contrario; fue la vuelta de tuerca para intentar profundizar el modelo y que terminó haciendo explotar el País y, por consiguiente, a su gobierno. La Asociación, participó en aquél tiempo, del Concejo de Todas las Entidades en esta zona; espacio barrial que trató de generar una articulación entre diferentes organizaciones e instituciones de la sociedad civil, para dar algún nivel de respuesta local a la crisis desatada en el País.

Numeroses miembres de la Asociación comenzaron a mirar otros lugares y alternativas para continuar sus actividades y/o readecuarse para generar nuevas posibilidades. Algunes emigraron al exterior y muches más se fueron por aquí nomás, a seguir con sus oficios o intentar otros caminos para capear el temporal. La incidencia de esta realidad en la actividad de la Asociación y sus proyecciones fue por demás importante, sumada a la tradición de funcionamiento inorgánico que arrastraba desde su fundación, hizo mella y la impactó de tal manera que siguió apenas con un reducido número de personas, casi por inercia o porfía.

La última comisión directiva de la Asociación de artistas y artesanos elegida en Noviembre de 2002, fue encabezada por el maestro Luis Quesada, uno de los fundadores.

Las actividades grupales que fueron cerrando el ciclo de la Asociación y su proyecto tal cual fue lanzado en 1988, fueron el Primer Concurso de Colgantes convocado en Agosto de 2003, en el cual participaron 25 personas y cuya exposición se realizó en la Sala de Arte Libertad, en Guaymallén y el Segundo Encuentro de Arte “Malargue en El Bermejo”, muestra que cerró el 17 de Diciembre de 2003 en el mismo lugar y que respondía a un intercambio entre artistas de ese Departamento con la Asociación.

Después del concurso de colgantes, hubieron algunas actividades menores y apariciones de algunes integrantes de la Asociación en diversos acontecimientos, como la presentación del libro “En el nombre del mar” del escritor y socio Vicente Daniel Armando, presentado por don Luis Quesada, a la sazón presidente de la Asociación.

Ya para fines de 2003 y comienzos de 2004 no hubo posibilidades de reunir un grupo de socies que aceptara constituir una nueva comisión directiva. A comienzos de 2004 se participó formalmente como Asociación en el lanzamiento del llamado circuito turístico-cultural de El Bermejo, desde cultura de la Provincia en el taller de Roberto Rosas y que, fuera del impacto mediático del encuentro, no dio ni un paso más. A partir de ahí, más menos, la Asociación como tal se fue diluyendo.

En sus mejores tiempos, alrededor de 80 personas aproximadamente se reconocían como socies. Todes actives en las áreas de su interés y compartiendo con otres, según su oficio y afinidades, diversas actividades.

Esto no es un relato oficial breve de lo que fue la experiencia de trabajo de la Asociación de Artistas y Artesanos en esta parte de Guaymallén. Es, tan sólo, una reflexión y la mirada de algunes integrantes de ella y que, al alero del despliegue de su quehacer, recogieron de esa experiencia, tanto las virtudes como sus vacíos para seguir caminando. Y, también, es un ejercicio de memoria; un acto de reconocimiento a una idea y, a las mujeres y hombres que la concibieron y la llevaron adelante en una búsqueda constante de unir a les trabajadores del arte y la artesanía en función de objetivos colectivos y como parte de una comunidad. Esa búsqueda no era un desafío menor pues, desde el comienzo había que inventarlo todo y salir del taller, en donde le artiste y artesane sólo eran elles y el universo, para con otres visionar un proyecto que trasciende lo individual. Pero no sólo eso. La historia de este lugar no se puede contar sin mencionar en el sitio que se merece, la impronta y el legado que dejó la Asociación de artistas y artesanos pues, es a partir de ella el camino que han seguido otros proyectos; inspirándose y tomando lo mejor de una práctica que hermanaba a las personas en el trabajo y el compartir, en el cotidiano hacer para un mundo mejor.

La Mosquitera nace en el marco de ese empeño, se reconoce parte y fruto de aquella siembra colectiva y siempre tuvo, también, el reconocimiento y apoyo incondicional de les viejes fundadores de la Asociación de artistas y artesanos y sus miembres, no sólo cuando se presenta en el primer número de La Mosquitera Revista Barrial con Pretensiones como iniciativa de la Asociación sino después, cuando ya no existía como tal. En los momentos más críticos de la revista, en la crisis del 2001-2002 o después con el proyecto de la radio comunitaria, cuando hacía falta la mano amiga para avanzar, la palabra para no decaer, estuvieron esas inmensas personas como Luis Quesada, Roberto Rosas y, en elles, todes quienes saben y sabemos que siempre estuvieron.

Nelson Belmar.