La Mosquitera, revista barrial con pretensiones. Sus comienzos, sus primeros pasos. Compartimos a continuación un resumen de su historia inicial.
Editorial
Como todo nacimiento, este primer número de La Mosquitera tiene sus buenas razones. Entre otras importantes, ese cosquilleo que recorre a la gente de El Bermejo, ese golpe de lirio a las ganas de hacer, de encontrarse los unos con los otros[1]. Será que, entre otras cosas, no queremos ser otro producto hecho en serie, ni caer en ese fácil lugar de negar a cada uno sus sueños. A todos, todos sus sueños.
Y entre otras cosas de El Bermejo, nace esta revista como un espacio para mirarnos con la palabra, decirnos y decir las cosas de la vida bajo la sombra de estos árboles chascones, que además de cuidar, queremos alborotar. De la mano con quién siente que ese cosquilleo es insoportable, si no se rasca con los espectáculos de música y teatro en la Plaza de las Artes, los encuentros en el arte y la producción barrial de la calle Maure, coloreando un muro tristón, mientras se saborea una empanada o con los ritmos murgueros recorriendo los barrios del lugar.
Esta iniciativa de la Asociación para la Radicación de Artistas y Artesanos de El Bermejo, El Sauce y Colonia Segovia, aspira a contener, divulgar y desarrollar no sólo las actividades de sus asociados, sino también la de otras personas y entidades comprometidas con el quehacer artístico, cultural y social de nuestro distrito.
Queremos acompañar el encuentro de la gente con sus coincidencias y diferencias y fundamentalmente en la certeza de que no hay días inalcanzables si dejamos que ese cosquilleo nos recorra libremente.
La Mosquitera.
Así nos presentamos ante la vecindad. Esta columna editorial del primer número de La Mosquitera Revista Barrial con pretensiones, elegida entre otras, expresa el sentir de muchos deseos; desde los chascones, como se dice en una parte del texto, hasta puntualizar que es una iniciativa de la Asociación de artistas y artesanos para cosas concretas de elles y también de otres, con otres; porque hay diferencias y también coincidencias y que ahí hay que cosquillear libremente…algo así; que no es lo mismo, tal cual se dice en la editorial, pero es igual…gracias Silvio.
Y lo dijimos modestamente pues, nuestro primer número es muy sencillo, humilde; del barrio: 4 hojas tamaño oficio dobladas; una de ellas tipo cartulina de color amarillento tímido porque era la tapa, es decir; la tapa dura de cualquier revista que se precie y otra de papel ilustración de bajo gramaje para las páginas centrales pues, venía un almanaque de regalo y pensábamos que eso iba a incentivar a les vecines a pegar nuestro almanaque en alguna pared de la cocina o en la puerta del refrigerador. 1000 ejemplares. El collage de la tapa y el dibujo del almanaque fueron un aporte de Nora López Millán, artista plástica entrañable y compañera, vecina de la calle Maure en aquél entonces y participante de la Asociación. Con la tapa y el almanaque queríamos decir y reflejar el maltrato y agobio que venía sufriendo el pueblo con tanta boleta e impuestos sin poder pagar. El saludo del almanaque es en inglés: “Japiniuyear”, ¡Feliz año nuevo! pues veníamos de las relaciones carnales con los EEUU y el primer mundo. Y La Mosquitera recién pariéndose, quería estar en el mundo, con primer mundo incluido, por eso aunque en mayúscula se decía que la revista era de distribución gratuita, tenía precio para Wall
Street en dólares, Las Catitas en Australes y Patacones para Villa Trascul y otras localidades. El presupuesto no dio para mejorar la calidad de las otras dos hojas interiores. En la penúltima página de la revista venía una “Guía práctica imprescindible”, con los nombres, oficios y direcciones de Artistas y artesanos[1] involucrados en la movida de la Asociación.
Fernando de Blasi, artista todo terreno y reconocido jinete del desierto lavallino, además de histórico encargado del área de Medio Ambiente de la Asociación, diseño unos mosquitos que andan de hoja en hoja en ese primer número.
Pero esto es cuando las rotativas ya estaban haciendo lo suyo. Semanas antes, habíamos logrado convencer y entusiasmar, en un número suficiente, a varies comerciantes del barrio y algunes miembros de la Asociación de artistas y artesanos para difundir sus negocios o proyectos; así nos acercamos bastante al precio que tenía la impresión del primer número. Lo que faltó, fue asumido por las cinco personas que idearon y se comprometieron con el proyecto.
Fue hacia fines del año 2000 que comenzó a tomar consistencia la idea de hacer la revista barrial. Mirna Belocopitt, Pablo Asencio, Raúl Zalazar y Nelson Belmar comenzaron a ver el cómo, las posibilidades; había mucho para contar, compartir y construir desde el llano. Las primeras conversaciones se dieron en el marco de las reuniones y las actividades de la Asociación, en donde siempre cabía la pregunta de qué hacer o seguir haciendo. En esos encuentros rondaba la necesidad de generar algún vínculo, un puente, entre la Asociación y los vecinos del lugar. De alguna manera, se asumía que la gran mayoría de quienes se movilizaban alrededor de las cosas que hacía la Asociación eran vecines “nuevos” y había que construir ese nexo con los viejes habitantes de la localidad. Y no pasó mucho tiempo para ir en busca de Raúl Ledesma (el otro Rulo) del cual nos comentaron que tenía experiencia haciendo revistas.
Ya constituido el grupo fundacional, comienza el trabajo de poner en común una idea que contuviera las distintas visiones. Mucho mate y tortitas, poco asado e interminables horas para arribar a los primeros acuerdos, todo de palabra. Rescatamos los siguientes:
- Los protagonistas de la revista deben ser les viejes y “nuevos” vecines de localidad, la gente que trabaja. En ese universo, se asumía que podían existir diferencias, contradicciones, pero no importaba; así es la comunidad y la mejor manera de enterarse y dar la discusión o debate era exponiéndolos.
- Los contenidos debían ser propios, producidos por el grupo o colaboraciones locales. Nada de reproducir notas de afuera, por más piolas que fueran.
- La revista debía ser interpeladora, irreverente, no formal. Era la manera de picudear y animar a la participación.
- El grupo se constituyó como colectivo, es decir, ningún rol asumido por algune de les integrantes, lo situaba por encima de los demás en cuanto a las decisiones y visionamiento de la revista.
- La revista iba a ser de distribución gratuita y solventada con el aporte del comercio local y auspicios de adherentes de la Asociación si era necesario. Se iba a repartir casa por casa; para relacionarse, interactuar y recibir de la vecindad sus aportes y criticas…para mirarse con la palabra.
Así se comenzó a caminar en medio de ese caldo inquietante y convocante que eran las acciones de la Asociación. La construcción colectiva se va haciendo y fortaleciendo en cada criterio adoptado. También en la búsqueda y resolución respecto del nombre y la organización del trabajo. Rulo Ledesma recuerda ese instante; “…entre muchos nombres apareció el de “LA MOSQUITERA”, por ser El Bermejo un lugar lleno de mosquitos, la tela de alambre. Si bien éramos todos de distintos palos políticos (cuantas discusiones) La Mosquitera nos enseñó a convivir. Pero todo no quedo allí, entendimos que la revista no sólo era una revista barrial más, la nuestra tenía que tener algo distinto, para ello había que trabajar y mucho, por lo que se transformó en “LA MOSQUITERA. Revista Barrial con PRETENSIONES”, y con el nombre ya puesto, nos repartimos las tareas.
Por otra parte, Nelson Belmar aludiendo a esos momentos comenta; “…una de las cuestiones que nos animaba, se expresa en la construcción del nombre de la revista. Recuerdo que propuse ‘la Aldea’, pero nos entusiasmó mucho más la propuesta del Rulo Zalazar. Él sugiere La Mosquitera, porque viene de la tela mosquitera, que es un artículo de primera necesidad en El Bermejo por esto de la abundancia de mosquitos en la zona. Y porque esa mosquitera, esa tela mosquitera, ahora como revista barrial, impedía el paso de los mosquitos…una especie de tribuna anti-mosquitos; esos que te molestan, te pican, te joden la vida (grosso modo). Es decir, decíamos que nacía una revista para esos tiempos y en este lugar. Y así ejercimos, quizás por primera vez, el acto de decidir algo como colectivo, transversalmente, con una pauta o concepto construido entre todos, conociéndonos en la discusión y el intercambio de ideas.”
También Mirna Belocopitt arrima su testimonio; “… las primeras reuniones, los mates, las tortitas…y ¿esto como se hace? (eternamente gracias Pablo por la idea y la experiencia en revistas barriales). Nos reíamos mucho, discutíamos también, coincidíamos mucho más. No escribí ningún artículo. Buscaba auspiciantes en los negocios del barrio, repartía revistas, era la correctora de textos y opinóloga…”
La Mosquitera Revista Barrial con pretensiones, salió a la calle un Domingo 18 de febrero de 2001, día del cumpleaños del Rulo Ledesma, uno de sus fundadores. Y no pasó mucho tiempo para que a esa redacción llegaran algunas opiniones; una vecina llamando la atención por las malas palabras que aparecían en el cuento “El Pipi”, que escribió Pablo y otros preocupados por el tema del color, la falta de color. Damos fe, de que a la vecina se le respondió que la revista no era para educar en el sentido tradicional establecido y que respetaba las maneras de expresarse pacíficamente y, a los segundos algo así como;… es todo lo que tengo, es todo lo que hay…
Satisfeches por la receptividad que tuvo la revista en el gran barrio, comenzamos a caminar a paso más firme y con una idea fija; pasar del número 3, que según la experiencia del rulo Ledesma era un hito fatal para las revistas, muy pocas pasaban del número 3 nos decía. Afortunadamente y gracias al ejercicio de pensar en grupo, logramos pasar el Nº3 y con 2000 ejemplares, que es el tiraje histórico de La Mosquitera revista barrial.
En la segunda edición comienza a participar Fernando Rosas, joven y destacado artista ya por aquél entonces, con su serie de tapas del mosquito Bermejiforme. Con estas reflexiones recuerda Fernando aquel tiempo; “… Mi formación siempre fue socialista, lo grupal, lo cooperativo; lo social era lema y ley en mi entorno familiar, sin embargo no logré visualizarlo de manera adecuada, no supe cómo, no supe donde, no traté de aprender a servir en función social o comunitaria. Por suerte un día, en un negocio de El Bermejo, Pablo Asencio, socio fundador de la revista La Mosquitera, me convidó un pequeño rol que me permitió ver una gran madeja de hilos vinculantes entre personas que querían ‘hacer’. Desde ese día, allá por el año 2001, comencé un camino en que descubrí lo comunitario como una complejidad inmensamente preferible a todos los pequeños egoísmos que nos han enseñado a anteponer a lo largo del tiempo. Desde ese encuentro con Asencio, comencé a ilustrar las tapas de la revista La Mosquitera…”
Cecilia Lamantia, joven vecina y recién comenzando sus estudios de comunicación social en la Uncuyo se incorpora en la preparación de la edición nº 3. Otra joven vecina, Fernanda Negrete ya en el nº 6 refuerza el diseño y posteriormente Ramón Mayo, vecino de Colonia Segovia, comienza a ejercer como un serio corresponsal en ese distrito. Elles, amén de les fundadores, fueron parte vital en el desarrollo y consolidación del proyecto en ese primer tiempo. Cuestión no menor pues eso tenía que ver con las raíces y la fortaleza de ellas para seguir y crecer.
Cecilia nos relata cómo fue su encuentro con La Mosquitera; “Si la memoria no me falla, era una tarde de febrero del año 2001 cuando llegaba al patio de mi casa uno de los primeros ejemplares de La Mosquitera, revista barrial con pretensiones. Destaco ese slogan porque fue uno de los aspectos que despertaron rápidamente mi curiosidad. Al recorrer sus páginas pude observar que se presentaba no sólo una manera particular de decir las cosas, sino también una mirada crítica sobre temas generales que impactaban en la cotidianeidad de los días en la vecindad bermejina; y no menos que eso, se presentaba como una propuesta disruptiva de los cánones academicistas en intentaran encasillar el oficio de comunicar y sus modos de hacerlo. La Mosquitera venía a inaugurar un apartado más en la historia de los medios de comunicación en general, y de los medios comunitarios en particular, definiendo el ejercicio de comunicar como un derecho tanto de las/los que tomaban la iniciativa de plasmar en palabras los pensamientos, como para las/los que accedían a la invitación mensual de adentrarse a sus ellos”.
En sus “reflexiones a pedido”, Ramón Mayo, histórico corresponsal de La Mosquitera en Colonia Segovia y principal investigador de la otrora sección “Expedientes R” de la revista, nos dice; “Fortuna la mía de estar en el momento justo en el lugar adecuado y de haber tenido la oportunidad de ser parte de esa ola multicultural que inundó los suburbios mendocinos de El Bermejo, El Sauce y Colonia Segovia. En pleno apogeo de los encuentros barriales transitaba por los meandros de la calle de la culebra la revista barrial con pretensiones La Mosquitera…”
“…Para comenzar quisiera hacerles llegar a mis compañeros del colectivo, y no me refiero al 55 Colonia ni al 54 Bermejo, un abrazo serrano. No tiene sentido particularizar en personas toda la tarea que implicaba poner en la calle 2000 ejemplares de distribución gratuita. Para la línea editorial, los nombres propios no eran fundamentales, se trataba de un grupo absolutamente comprometido con la edición de la revista, de la cual todos éramos partícipes responsables y necesarios…”
La ampliación del número de participantes en la producción de la revista permitió, además de rejuvenecerla y robustecerla, ir tejiendo vínculos con otros sectores de la zona y generar una serie de actividades socio- culturales ya como sujeto social. Entre las más importantes podemos destacar; la solidaridad con los trabajadores de la Cerámica Cuyo y la difusión de su resistencia; las diversas actividades en la plaza de las Artes y las Flores; los talleres juveniles; la presentación formal de la revista en el “Salón Sanse” de El Bermejo, facilitado por los vecinos propietarios y que tuvo una masiva concurrencia, además de la participación de muchos vecinos y vecinas en la organización y desarrollo del evento.
La Mosquitera ya articulaba con otras entidades, como el centro de jubilados, la Biblioteca popular de El Bermejo, uniones vecinales y otros. Y junto a ellos se involucró en la conformación del Concejo de Todas las Entidades; asamblea de organizaciones de todo tipo en la zona.
Finales de 2001. La Mosquitera enfrenta a una de las mayores crisis de la historia reciente del País apenas aprendiendo a caminar, pero con pasos firmes. Ya a los pocos meses de su fundación, había resuelto de manera constructiva una situación de tensión que superó reafirmando los criterios de trabajo colectivo y organización horizontal.
Al cumplir 1 año en las calles, Febrero de 2002, sale la digna edición Nº 13 con dos hojas dobladas y manteniendo los 2000 ejemplares. Para capear el temporal pero manteniendo el rumbo, el contenido es por demás ilustrativo: editorial, carta a la redacción, entretenimiento, nota de tapa y les más fieles auspiciantes. Es lo que se podía y se pudo de esa manera.
La nota de tapa de nuestro compañero Fernando Rosas se titula: ¿Quién dirige la orquesta? Y deja esta reflexión; “…Es bueno, créame, que una nueva voz popular haya invadido el espacio, una voz con ruido a lata, a golpe, a percusión, a protesta, a hartazgo. Es bueno que se recupere el espacio en que el pueblo dejó de decidir sobre su destino. Que recupere la corporalidad y se ponga al tanto de sus fuerzas y flaquezas, de sus cansancios y contradicciones. Es bueno el ejercicio de la soberanía, un ejercicio fuera de uso desde hace tanto tiempo, restringido por bota y picana, por treinta mil ausentes de nuestra historia, historia que sería otra…”.
Es en estos tiempos primeros cuando, de manera informal, ya se conversaba sobre las posibles proyecciones de la revista, cómo seguir y de qué manera. Medio en broma, medio en serio, pero se pensaba grupalmente en voz alta. En esto, tenía mucho que ver la repercusión que estaba teniendo la revista. Eso lo palpábamos en la calle cuando la repartíamos casa por casa y mano a mano. La distribución ya era un trabajo extra pues, muchas veces, significaba quedarse horas conversando con les vecines. Se salía en grupo hacia los cuatro puntos cardinales de nuestra localidad. Hasta que se fueron repitiendo las bromas o juegos sobre el tema de cómo seguir; por un lado, estaban quienes soñaban con hacer un video que contara la historia de esta parte de Guaymallén y, por otro, quienes decían de poner una radio.
La posibilidad del video o cortometraje daba más margen para imaginar. Y cual verdadera mega producción, les soñadores daban comienzo a la historia con un gran zoom que, después de ubicar a nuestra galaxia enfocaba el sistema solar, el planeta, el continente Americano, el País y así…hasta fijar el zoom en un gomón que, con un solo tripulante, navegaba aguas abajo por el canal cacique Guaymallén hasta encallar en el bajo que da a la calle Araujo y Avelino Maure, que siempre ha servido de basural. Ramón Mayo, quién se ofrecía de marinero explorador, descubría El Bermejo y alrededores, tomando contacto con los lugareños y haciendo todo un recorrido a través del cual se presentaba a los distritos del norte del departamento y su gente. En este juego de hacer el cortometraje, todes participaban sin miramientos en cuanto a los costos de producción, que era justo lo contrario de lo que nosotres vivíamos en el día a día. Había mucho para mostrar y quienes componían el grupo sentían que hacer la revista, tal cual la estaban direccionando, los comprometía a ir por más; fortalecer lo ya hecho y ver cómo se podía seguir y crecer. Quizás lo de la radio era una alternativa más cercana, aunque igual de desconocida, pero podía ser más como nosotres. Para un cortometraje sólo se contaba con Rulo Zalazar y su oficio de avezado camarógrafo y el primer actor, quién nos aseguraba una rica vida hecha honestamente y con mucho laburo, pero sin ninguna experiencia en los set de filmación. Y los costos, seguramente. Todo quedaba ahí…picando, rondando.
[1] Salvedad de contexto: Al momento de redacción de esta Editorial no se incorporaba aún el lenguaje inclusivo.