Es importante resaltar el término “política” porque es un instrumento que nos permite estar a favor o en contra de algo, en contra de injusticias, en contra de ajustes, en contra de los despidos masivos, en contra de los tarifazos, en contra de la feminización de la pobreza, en contra del neoliberalismo y el patriarcado… Un instrumento tan valioso a través del cual podemos garantizar una vida digna para todxs.
Y más en un contexto tan complejo como el que nos toca transitar, en el que desde ciertos sectores se pretende “despolitizar” nuestras luchas sociales. Cuando en realidad estamos atravesadxs históricamente por la política, ya que para vivir necesitamos contar con una organización política; respetar ciertas normas y reglas; cumplir con obligaciones de ciudadanxs; dividirnos tareas para poder funcionar como sociedad; así como también deben respetarse nuestros derechos en cada ámbito social en el que nos movemos. Pero a su vez es imprescindible que para que construyamos una sociedad verdaderamente justa, nos replanteemos el tipo de política que estamos promoviendo. Porque es muy fácil referirse a “la lucha por el pueblo” en campañas electorales o en discursos de cualquier espacio o círculo social, pero no así llevarlo a la práctica, ya que ciertas veces ocurre que quienes dicen defender los intereses del pueblo terminan defendiendo nada más que los propios.
Para que la política sea luchar por la felicidad de todxs, entonces necesitamos luchar por la felicidad de todxs. Es decir, si hablamos de “lucha popular”, hay que trabajar fuertemente lo territorial, acudir a los barrios más vulnerables y dejar de sentirnos excluidxs de esas problemáticas que nos atraviesan como pueblo, ya desde allí venimos y es donde indudablemente nos fortalecemos. Salvo que nuestra “lucha” no sea para la felicidad de todxs sino para la felicidad de algunxs, para la felicidad de mezquindades.
Y cuando hablamos de la política como herramienta de lucha para la felicidad de todxs, también es fundamental hacer un punto de inflexión en la forma de organizarnos en esta lucha, ya que volviendo al tema de la defensa por intereses colectivos, es importante llevar a la práctica aquello que queremos promover mediante otro modo de discutir y hacer política. Y en este sentido, hacemos referencia a lo que conocemos como “rosqueo político”, esas reuniones donde unxs pocxs deciden por muchxs de nosotrxs, sin siquiera haberlo debatido previamente, sin la posibilidad de poder elegir a quiénes realmente queremos que nos representen en una lista electoral o en tal cargo político y no a partir de imposiciones. Sin que sea un dato menor que la mayoría de los que terminan eligiendo “a dedo” a quienes deben representarnos son varones. Entonces, no podemos hablar de soberanía política, ni de justicia social, ni de independencia económica o unidad latinoamericana, sin pensarnos a las mujeres como actoras políticas, en los espacios de decisión y
como protagonistas en la lucha política.En síntesis, un proyecto nacional y popular no puede construir a largo plazo si no nos apropiamos del feminismo como práctica en nuestra batalla diaria. Si como ciudadanxs no estamos abiertos al debate y a la construcción horizontal. Si no somos consecuentes con nuestras acciones. Si no nos empoderamos de la herramienta política para el fortalecimiento de nuestro pueblo y no para un mero asistencialismo. Si pensamos en la dignidad no sólo de nuestra generación sino también el de generaciones futuras.
LA COLECTIVA
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