La vacunación como acto colectivo: defender la salud pública frente a la desinformación

La salud no puede entenderse como una propiedad individual, sino como un derecho social inalienable que requiere del protagonismo de toda la comunidad para su defensa. En un escenario pospandémico donde circulan discursos que promueven el individualismo y la desconfianza hacia las políticas públicas, la pediatra y neonatóloga Sonia Shiratori advierte sobre los peligros de debilitar las redes de cuidado comunitario.

La especialista define el escenario actual con un concepto alarmante: estamos atravesando una etapa de “fragilidad inmunológica colectiva”, producto de la baja en las coberturas de vacunación, lo que expone a los sectores más vulnerables a enfermedades que ya creíamos superadas. La realidad territorial nos golpea con datos que duelen y que exigen una toma de conciencia inmediata.

La falta de acceso o la decisión de no vacunar no es inocua; tiene consecuencias letales para quienes no tienen voz para defenderse. Shiratori es contundente al ilustrar la gravedad de la situación actual en la provincia: “Nosotros en este año hemos tenido seis niños menores de 2 años fallecidos y esto es a causa de que no ha habido vacunación en estos niños”. El regreso de patologías como la tos convulsa o el sarampión es el resultado directo de romper el pacto de solidaridad que implica la inmunización de rebaño.

Frente a la desinformación que circula en redes y medios hegemónicos, es vital recuperar la verdad y el conocimiento científico como herramientas de empoderamiento popular. Las vacunas, lejos de ser una amenaza, son bienes sociales seguros y gratuitos garantizados por el Estado. Como explica la doctora, “las vacunas ya están muy estudiadas, son seguras y es caso, digamos, o muy particular que una vacuna de un efecto colateral no deseado”. Defender el calendario de vacunación es, en esencia, defender la vida y oponerse a la negligencia que deja desprotegidas a las infancias.

Finalmente, es imperioso recordar que por encima de las decisiones de los adultos, prevalece el interés superior del niño y su derecho a la salud. No se trata solo de una elección familiar, sino de un marco legal y ético que nos obliga a proteger a las nuevas generaciones. “Los padres pueden tener la decisión sobre la salud de su hijo, pero hasta el momento hay leyes que amparan a los niños… y hay derechos del recién nacido, derecho del niño para recibir lo mejor para su salud”, sentencia Shiratori. Los centros de salud y hospitales públicos siguen siendo trincheras de puertas abiertas para restituir este derecho, sin juzgar, pero con la firmeza de saber que cada vacuna colocada es un acto de justicia social.

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