Los bastones y la memoria

Una noche fría de julio… Más precisamente, la del 29 de julio de 1966, tendría lugar uno de los hechos más trágicos de la historia argentina. Esa tarde, mediante un decreto firmado por el gobierno militar que había tomado el poder hacía algo más de un mes atrás, fueron intervenidas varias universidades. El poder de facto comenzaba con su rutina habitual: arrasar con todo aquello que fomentara que las personas piensen, comprendan, se formen, sean críticas. Su objetivo: destruir la educación liberadora.

La noche de los bastones largos resultó el cierre de un ciclo de continuo crecimiento universitario. En las aulas e incluso los laboratorios se estaba diseñando un proyecto científico y tecnológico inédito en el país.

La dictadura de Onganía, a través de la Policía Federal interrumpió el día a día de varias casas de altos estudios, golpeando, maltratando, arrestando a estudiantes, a docentes, no docentes, incluso, a autoridades universitarias.

Aquella tarde más de 400 personas fueron detenidas y hubo cientos de heridos. A raíz de estas intervenciones y de la decisión dictatorial, más de 700 científicos, muchos de ellos acusados de “comunistas”, tuvieron que abandonar el país, perdiendo así a valiosos argentinxs, por ejemplo el futuro premio nobel, Dr. Cesar Milstein.

¿Cuánta agua ha pasado bajo el puente, como reza el dicho popular, en esta querida Argentina, desde entonces? Sin contar con que años después de esa oscura noche, se iba a profundizar el proceso de querer someter a quienes pensaban en un país más justo e igualitario, en una sangrienta dictadura cívico-eclesiástico-militar, parece que el poder de tener “esos bastones” sigue estando en las mismas manos.

Quizá, por esa misma razón, en esta actualidad que duele, se sigue atacando a la educación, a los ancianos, a la salud para todxs, al pensamiento crítico, a la ciencia, etc.

Por eso es tan importante la memoria. La memoria que duele, pero también la memoria que permite comprender. La memoria que explica. La memoria que sana. La memoria que hace nacer una esperanza.

Ojalá estemos a la altura de poder defender esta Patria actual e intentemos, otra vez, que los bastones dejen de pegar y empiecen a servir de sostén, que, en definitiva, es para lo que debe servir un bastón.

Para recordar un poco más, te dejamos un capítulo de “Lo pasado, pensado”, de Felipe Pigna, donde se habla de la Universidad en general, y también sobre la oscura noche de los bastones largos.

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