Los lápices siguen escribiendo

“Ana Teresa Diego estudiaba astronomía en la Universidad de La Plata. Cursaba el tercer año, militaba en la Federación Juvenil Comunista y era dirigente del Centro de Estudiantes del Observatorio. Tenía 21 años. Y el 30 de septiembre del 76 fue secuestrada cuando salía de la Facultad. La llevaron a un centro clandestino de detención de infantería en La Plata. De ahí al “Destacamento de Arana”, y ya en octubre al “Pozo” de Quilmes.

Emilce Moler, una de las sobrevivientes de La Noche de los Lápices, pudo contar lo siguiente: “Son las 5 de la tarde -me dijo Ana casi susurrando- ¿Cómo sabés? -le pregunté desde la celda de al lado-. Por la proyección del sol en la pared. Se forma un ángulo, y por trigonometría, mido el seno y el coseno; así lo puedo calcular. Estudio Astronomía. Seguimos hablando un rato, de celda a celda, en el Pozo de Quilmes. Nos habíamos levantado la venda y mirábamos por las ventanitas de las puertas de los calabozos que daban a un paredón. Un día se la llevaron. Nunca supe más de ella. Siempre transmití a mis alumnos que la trigonometría es muy importante para resolver problemas cotidianos de nuestras vidas.

Un homenaje a vos Ana, que me pudiste decir la hora cuando había perdido todas las coordenadas.”

En 2011, la Unión Astronómica Internacional aprobó la propuesta del decanato de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la UNLP, bautizando al asteroide 11441 –que se encuentra entre Marte y Júpiter- con el nombre “Anadiego”. En 2012, el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de Ana Teresa, que habían sido enterrados como NN en una fosa común en el cementerio de Avellaneda.

La noche del 16 de septiembre de 1976, en el marco del terrorismo de estado ejercido por la última dictadura cívico militar en Argentina, se llevó adelante un operativo por medio del cual se secuestró, torturó y desapareció a estudiantes secundarios, que tenían entre 14 y 17 años, la mayoría eran jóvenes militantes políticxs de la ciudad de La Plata, Provincia de Buenos Aires. Estxs jóvenes habían luchado en defensa del boleto estudiantil y tenían, además, una militancia activa fuertemente comprometida con la transformación de la sociedad, con la justicia y contra la pobreza. El lugar elegido para secuestrarlos no fue casual, ya que La Plata era un polo educativo muy importante del país, como lo sigue siendo hoy. Y la educación, te hace pensar…ojo… eso te puede volver “peligrosx” para quienes tienen otros planes para nuestra sociedad.

Lxs pibes secuestrados en aquella “Noche de los lápices” fueron arrancados de sus casas en la madrugada y llevados inicialmente a la “División cuatrerismo” de la policía bonaerense, donde funcionaba el centro clandestino de detención conocido como “Arana”. De allí pasaron a la División de Investigaciones de Banfield, tristemente célebre como el “Pozo de Banfield”.

Luego de ser secuestradxs, fueron sometidxs a torturas, simulacros de fusilamiento, entre otras situaciones de espanto. De los 10 jóvenes que se llevaron,  4 sobrevivieron al horror.

En un reportaje que le hiciera el historiador Felipe Pigna en el programa Lo Pasado Pensado, a uno de los sobrevivientes, Pablo Díaz contaba: “A nosotros, que teníamos entre 15 y 17 años, nos ponían en un calabozo con una compañera embarazada a punto de dar a luz y cuando ellas empezaban con trabajo de parto teníamos que golpear fuertemente la celda. Estábamos en el tercer piso y hoy se sabe que en el segundo piso de donde estábamos nosotros estaba la sala de parto del médico (Jorge) Bergés. Tuvimos tres situaciones de ésas. Golpeábamos la celda, las venían a buscar y después escuchábamos el llanto del bebé. Nosotros, tanto los adolescentes que estábamos en el traslado final como las mujeres embarazadas, a las que el único cuidado apuntaba a lo que tenían dentro de la pancita, éramos residuos. Como tales, éramos mantenidos. No teníamos un destino presupuesto”

Para homenajearlxs en un acto de memoria activa, se instituyó el 16 de setiembre como el “Día de los derechos de los estudiantes secundarios”, a través de la ley 10.671, en el sentido de promover la reflexión sobre los derechos humanos y la democracia.

El gobierno militar que había tomado el poder el 24 de marzo de ese año, había restringido el abono escolar, que la lucha estudiantil había logrado un año antes, en 1975 y venía paulatinamente aumentado el precio del boleto.

Ese gobierno de facto, hacía alocuciones grandilocuentes como “si se achica el Estado, se agranda la Nación”… Te suena?

Ese mismo gobierno, fue el que, con el apoyo del Departamento de Estado de los Estados Unidos, cuando Kissinger llegó a la Conferencia de Ejércitos Americanos de Santiago de Chile, dio luz verde para que los militares argentinos dieran rienda suelta a su mal llamada “guerra sucia”.

Luego de aquella masacre, el General Videla diría su recordada y amarga frase: “El desaparecido no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido”, anunciando con esa palabra elegida, al pueblo, cuál era el destino de quienes se pusieran por delante y atormentando (aún más)a las familias que lxs buscaban.

La mayoría de ellxs provenían de hogares de clase media, no tenían problema en pagar el boleto de colectivo, pero sabían que había muchos de sus compañerxs que no, que ya a esa corta edad tenían antigüedad en sus trabajos y que había que conseguir el boleto estudiantil para todos. Comenzaron a organizarse en cada colegio y del colegio al barrio y de ahí a la zona y nació así la Coordinadora de Estudiantes Secundarios que nucleaba a miles de ellos de todos lados y logró aquel derecho, en 1975.

Por ello, este 16 de setiembre de 2025, en el marco de un contexto en el que quieren inculcarle a la sociedad el olvido y la desmemoria, volvemos a recordar a esxs pibes, que recién estaban asomando a la vida, y creían que era posible un mundo mejor. Pero no solamente era posible, sino que había que accionar para lograrlo, se tenía que luchar y poner el cuerpo y el alma, para conseguir frenar las injusticias, y su corta edad no fue obstáculo para que lxs pibes se jugaran el todo por el todo.

Muchas escuelas recuerdan aún hoy, en sus paredes, en memoriales, en baldosas, a esxs jóvenes estudiantes que fuerxn arrebatadxs de sus casas, lxs torturaron y desaparecieron, dando un mensaje de horror y muerte. En Mendoza, por ejemplo, el colegio nacional Agustín Alvarez, situado enfrente de la Plaza Independencia, es una muestra de ello.

Por todo ello, es no sólo importante, sino imprescindible en estos tiempos, que sigamos haciendo un ejercicio de memoria activa, que repasemos la historia para entender en dónde estamos y cómo vamos a seguir hacia un futuro que sea más justo para todxs. Y para eso, la educación es una herramienta sin igual. Esxs pibes que dieron todo, son parte de nuestra memoria.

¡Los lápices, siguen escribiendo!

Fuentes: