Por Valeria Marchán
La maternidad encierra el prodigioso rol que la mujer está destinada a realizar para completar y darle sentido a su vida, y es por ello que deberá conseguir uno o dos críos mínimamente, a como dé lugar. El fin justifica los medios; largos y a veces dolorosos tratamientos de manipulación genética, adopciones por izquierda, lo cual conlleva a la compra-venta de bebés, adopciones por derecha sin una preparación adecuada. Resulta ser que a las mujeres no nos contaron que a lo mejor estábamos predestinadas a múltiples propósitos, el abanico es grande, se puede elegir… ¿se puede elegir? esa es la cuestión.
Filosofía barata y zapatos de goma (con tacón)
Leí una nota (de tantas, ya que todo el tiempo nos dicen cómo y por qué ser madres, ¡no vaya a ser que tomemos otro camino!) que habla de las contradicciones de ser madres. Cada enunciado comienza con la parte positiva, que es prácticamente un apostolado, y sigue la contrapropuesta… que es otro apostolado. Por ejemplo: “ser madre es poner a prueba tu paciencia todos los días, sin descanso ni vacaciones. Pero también es aprender a autocontrolarte y buscar la paz” es decir, básicamente somos máquinas, y cualquier desperfecto que tengamos, según esta publicación, debe ser arreglado. La nota finaliza con la conclusión de que “es la experiencia más bella y enriquecedora de todas”, esta es sin duda la semilla que echa raíces en nuestros cerebros desde que nacemos, entonces ¿es la más bella y enriquecedora experiencia? ¿No será que es una más de las que forman parte del bagaje de experiencias que una mujer podría tener?
Quienes se animaron a cuestionar el rol maternal fueron algunas de las mujeres feministas (ser feminista es doloroso porque te obliga a cuestionar toda tu existencia, pero vale la pena la iluminación) como Silvia Federici que dice: “el trabajo doméstico y de crianza en manos de las mujeres ha sido naturalizado y construido socialmente para servir al mercado laboral, la primera tarea de las mujeres en la sociedad capitalista ha sido de reproductora de la fuerza de trabajo…” Es interesante pensar en la maternidad más allá de la realidad con la que convivimos desde la gestación, esa vieja idea de que si es una niña, seguro nos hará abuelas. Este tipo de análisis nos invita a repensar el propósito de ser madres como una elección o como un mandato. Como en “Matrix” debemos elegir entre la pastilla azul o la roja, con una vivís en la vida que conoces, con la otra, despertás del sueño de esa vida que vivís.
La pastilla roja
La maternidad no es un “hecho natural”, sino una construcción cultural multideterminada, definida y organizada por normas que se desprenden de las necesidades de un grupo social específico y de una época definida de su historia. Se trata de un fenómeno compuesto por discursos y prácticas sociales que conforman un imaginario complejo y poderoso que es, a la vez, fuente y efecto del género. Este imaginario tiene actualmente, como piezas centrales, dos elementos que lo sostienen y a los que parecen atribuírsele, generalmente, un valor de esencia: el instinto materno y el amor maternal (Badinter, 1980 y Knibiehler, 2001).
A partir de la consideración de que la “naturaleza femenina” radica en una biología que asegura ambos elementos, la maternidad es entendida como algo que está separado del contexto histórico y cultural, y cuyo significado es único y siempre el mismo. Más aún: cualquier fenómeno que parezca contradecir la existencia de los elementos mencionados, es silenciado o calificado como “anormal”, “desviado” o “enfermo”.
(Palomar Verea, Cristina, Maternidad: Historia y Cultura. Revista de Estudios de Género. La ventana)
A esta altura ya hemos masticado bastante que el rol es construido, a partir de dispositivos como por ejemplo los juegos y juguetes infantiles, que a temprana edad, el mercado, las publicidades y nuestras familias nos ponen en las manos. El muñeco bebé y todo un set de herramientas para criarlo, desde la cocinita hasta la plancha y máquina de coser, o más tecnológico, juegos en el teléfono sobre cuidados del bebé.
Culpables
Lo cierto es que ser madre sea o no una elección, hagamos o no un análisis profundo del rol, estemos super completas o solo a medias, hallamos logrado maternar o estemos en el intento, a todas nos ponen en la mira de la opinión social y generalmente no para resaltar lo bien que lo hacemos sino para encontrar defectos.
¿Cómo hacemos las mujeres para contar que la maternidad nos supera en muchos sentidos y que por ahí no es tan mágica y maravillosa como estamos acostumbradxs a escuchar y ver sin ser criticadas?¿Cómo expresamos que el “amor maternal” se mezcla con el cansancio, las dudas y la culpa de no sentir el mitológico “instinto”?
“No le ayuda hacer las tareas”, ¡qué mala madre!. “No es cariñosa, no juega con ellxs” ¡qué mala madre!. “No la viste como a una nena”, “no lo viste como a un varoncito” “¿¡viste lo que le puso!?” ¡qué mala madre!. “Le gritó adelante de todxs” ¡mala madre! “Le tiro de los pelos” ¡qué mala madre! ¡Además golpeadora! “Está deprimida y no se ocupa de sus retoños” ,”no va a los actos escolares”, ¡mala madre!.”Se quedó dormida dándole la teta”, ¡qué peligro!, ¡mala madre!. Llora cuando da la teta porque le duele o porque quiere dormir, ¡mala madre!. Lxs deja con el padre y se va al baile, ¡¡mala madre!!. El dedo acusador no tiene asueto y lo peor es que el dedo acusador generalmente, es femenino…
Deconstruyendo
Desgraciadamente la idea de maternidad como sacrificio y esclavitud sigue grabada en el inconsciente colectivo, y de vuelta nos toca a las mujeres dar la lucha de tener el derecho a contar lo que nos pasa, sin culpas, sin ser censuradas o mandadas a la mazmorra de la opinión, también nos toca hacer una autocrítica y poner sobre la mesa cuántas veces hemos reproducido tales afirmaciones, también como consecuencia de la quemadura de cabeza que tenemos, sin empatía y solidaridad con esa mujer conocida, amiga o familiar que hizo algo con su maternidad fuera de los cánones establecidos.
Es momento de redireccionar, de no repetir mandatos y empezar de una buena vez a criar niñas y futuras mujeres que realmente puedan elegir lo que quieran dentro del ancho abanico de posibilidades que puede ofrecerles la vida. Para que sean libres de elegir los caminos que mejor se ajusten para vivir la vida que quieran, sin deudas con la sociedad o con la familia, y si dentro de sus propósitos elijen ser madres, que no lo vivan con la obligación de sentirse veinticinco horas al día feliz por tal elección o con la falsa responsabilidad de anteponer la maternidad a los multipropósitos que pueden coexistir y que las llevarán a tener una vida plena; criemos también niños y futuros hombres que respeten la elección y el sentir de las mujeres reflexionando con empatía y ejercicio responsable y presente de la paternidad.
Que la maternidad sea una decisión dentro de muchas y no una imposición.