Por: Laura Talquenca y Cecilia Lamantia
Cada mujer que muere por violencia machista enciende alertas cada vez más sensibles… o al menos así debiera, preguntándonos qué hacer, cómo evitar, cuánto nos llevará. Nuestra provincia pasó en los últimos meses a liderar estadísticas dolorosas que nos llevan a hacernos nuevas preguntas. A cada interrogante se le suman otros muchos… y en ese abismo de incógnitas, el silencio más doloroso transcurre en el mientras tanto…
Mientras tanto se produzca el tan esperado cambio cultural, en nuestras escuelas mendocinas aún se debate sobre si cumplir o no la ley, si romper o no ciertos tabúes (y si es que la suerte está del lado de la posibilidad de dar este debate). De esta manera se retrocede siglos en el intento de implementar la perspectiva de género en toda la currícula, entre otros temas. Y así transcurren las futuras generaciones acercándose a conceptos como perspectiva, género, diversidad, salud sexual, aborto, sólo cuando toca una jornada especial destinada a tal fin… una sola jornada, militada por indudables abanderadas de esta lucha en un tan resistido escenario. Una sola jornada que sin dudas dará batalla, pero que ahora mismo habita solitaria en la oxidada maquinaria educativa.
Mientras tanto los responsables intelectuales continúan con su doble discurso. Personajes variopintos que desde los medios masivos de comunicación conviven a diario con la cotidianeidad de cada hogar. Personajes que purgan sus deudas sociales manifestándose indignados y profundamente conmovidos ante cada femicidio, y al segundo siguiente escarban con cinismo y morbo, detalles accesorios de la víctima, del victimario, de los hijos si los tiene y por qué si no los tuvo, cómo, por qué, para qué… interrogando y cuestionando la vida de quien ya no la tiene. Y así, durante los minutos restantes – tras la abultada tanda comercial- definen el resto de la programación contraatacando con formatos en donde las mujeres son/somos denigradas constantemente mediante anuncios publicitarios, violentadas en novelas extranjeras de costumbres a contramano del camino recorrido por los derechos humanos en nuestro país, puestas al ridículo en las series y programas nacionales, frivolizadas en shows que las muestran cuando no rivales, brujas, poseídas, irracionales, histéricas, etc.
Mientras tanto, los partidos políticos se posicionan de manera poco feliz ante la brutalidad de los acontecimientos. Las discusiones por el papel que cada cual cumplió estando o no en el poder, distorsionan el foco puesto en evidencia por el reclamo de miles de mujeres, hombres, niños y niñas que toman las calles para decir ni una menos. La plena aplicación de la ley 26485 para prevenir, sancionar y erradicar la violencia machista, la declaración de emergencia, la aplicación de protocolos, el fortalecimiento de fiscalías específicas y otros elementos en discusión, van y vienen, por una lado justificando la negativa y por otro, adormecidos en la retórica. Todo ese vaivén totalmente divorciado de un contexto también violentado por la precarización de los salarios, los despidos, el debilitamiento de la producción nacional, el aumento de la pobreza… como si nada tuviera que ver con nada.
Mientras tanto los anuncios parches y la batería de medidas anunciadas tras cada hecho, generalmente aparecen con un aspecto en común: llegan tarde. Pero hay algo peor aún, y es que no alcanzan. Se anuncian refugios, y como escudo moral se lo acompaña con la frase: “lo sabemos, ésta no es la mejor salida”. De igual modo con las pulseras y los botones antipánico, que para prueba piloto sólo alcanzarían a cubrir una pequeñísima porción de casos, siempre y cuando logren superar los laberintos administrativos que deben cumplirse a priori. Y así se va calcando una lógica en las medidas detrás de la urgencia, condenadas siempre al mismo resultado. Anuncios superados por la realidad, por la imprevisibilidad, por la demanda, por la necedad, por las excusas, …
Mientras tanto la justicia se justifica; es justa consigo misma argumentando con palabreríos indescifrables para el oído común. Cada marcha que convoca a miles de personas en nuestra provincia, en nuestro país y ahora en nuestra patria (matria) grande exige celeridad en los procesos judiciales, perspectiva de género en sus funcionarios y funcionarias, precisión y cumplimiento de las medidas a adoptar, no revictimización de las víctimas, no impunidad para el victimario…una justicia que aplique firmemente los conceptos de la ley pertinente y se ponga los cristales violetas para mirar lo que no se quiere ver. Difícil tarea, sobre todo por las 28 bolillas responsables de alejar aún más este pedido popular. Veintiocho representantes anónimos del pueblo, responsables de condecorar figuras denunciadas y repudiadas públicamente por actos misóginos y homofóbicos; aplaudidos por la mano dura contra los sectores populares, y apañados por la mano blanda contra los femicidas.
Mientras tanto el machismo de las religiones juega un papel preponderante en la educación patriarcal, al reproducir un modelo de mujer sumisa. Con una Iglesia Católica que le impide a la mujer acceder a cargos jerárquicos, imponiendo una moral que la subordina al hombre. Ni siquiera hay que irse lejos para analizar otras sociedades donde las niñas son obligadas a casarse y sufren mutilaciones genitales al ser consideradas propiedad de los hombres (por suerte usted no lo vive pero lo puede ver en las novelas que pasan en los canales donde están los periodistas indignados). Recientemente en nuestra provincia, sectores religiosos lograron impedir que se realice una capacitación sobre Diversidad de Género que pretendía brindar la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Teniendo en cuenta que la religión se basa en dogmas, se considera impropio cualquier tipo de cuestionamiento y así implantan sus prédicas doctrinales que relegan a la mujer a segundos planos y a la negación absoluta de sus derechos. Cómo no mencionar que el acceso de las mujeres a los permisos para abortar concedidos por el Código Penal, se encuentra seriamente restringido debido a la presión que ejercen algunos movimientos ultra católicos o pro vida. Ni por asomo se atreven a plantear el debate sobre la necesidad de despenalizar el aborto, que tantas vidas se ha cobrado. Estos fanáticos religiosos no hacen más que perpetuar posturas patriarcales eternas y totalmente intransigentes que profundizan las desigualdades.
Mientras tanto, como sociedad somos responsables de que mujeres y niñas sufran alguna forma de violencia a lo largo de sus vidas. Lo permitimos en lo cotidiano, en atribuir aspectos femeninos como insultos, al considerar que el piropo es un halago, al consumir diariamente estereotipos en donde se violenta la independencia y la libertad de las mujeres, al mirar novelas que refuerzan una cultura machista y violenta, al celebrar como entretenimiento programas que sólo exhiben cuerpos de mujeres, al determinar por colores lo que es “de nene” y lo que es “de nena” mutilando cualquier indicio de diversidad; al justificar al violento y a la violencia; al no interpelarnos permanentemente sobre este estado de las cosas; al callarnos, al pensar que por algo sucedió lo que sucedió; al poner en duda el testimonio de una niña, de una mujer, de una trans, de una prostituta; responsables de los abusos, al no intervenir ante un grito, al no detener el golpe, al matar con el silencio.
Mientras tanto nos erotizan, nos denigran, nos reducen, nos maltratan, nos humillan, nos cosifican, nos minimizan, nos precarizan, nos ignoran, nos controlan, nos subestiman, nos juzgan, nos castigan, nos explotan, nos niegan, nos manosean, nos violentan, nos abusan… nos siguen matando. Mientras tanto el próximo 25 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Mientras tanto… Norma Ríos, Natasha Prieto, Daniela Núñez, Rosa Pérez, Trinidad Rodríguez, Patricia Fernández, Norma Pereyra, Florencia Peralta, Janet Zapata, Julieta González, Ayelén Arroyo, Lorena Arias, Marta Ortiz, Silda Díaz… ni una más.
Mientras tanto muchas mujeres seguimos batallando, inclaudicables ponemos resistencia a la desigualdad; tenaces, sembrando la lucha contra la injusticia, a pesar de los obstáculos seguimos gritando, transgrediendo lo impuesto por el patriarcado, derribando los estereotipos, promoviendo la participación, generando redes, erradicando los privilegios, enseñando a desnaturalizar prejuicios, sembrando lucha, disputando lugares, siendo las protagonistas de todas las luchas, defendiendo la dignidad y el derecho a una vida plena, libre de violencia, aclamamos que vivas nos queremos. Y entendemos también que esta tarea no debe encontrarnos solas, necesita tanto de las mujeres como de los varones que sueñan con una sociedad igualitaria. El peor de los silencios… es nuestra indiferencia, no seamos cómplices.