Por Mariela Zobin
¡Qué tristeza!, leí en un grupo de los tantos grupos de WhatsApp de los que somos parte. ¡Qué tristeza!, pensé, pero en un sentido antagónico al planteado en el mensaje.
Para explicar estas tristezas hay que remontarse a orígenes casi insondables. Estas tristezas surgen de un maremágnum que incluye las posiciones ideológicas, las resistencias, las representaciones internas e intereses etarios, para hablar de algunos componentes. Sin embargo un breve relato de la situación no puede incluir explícitamente todo eso. Cuento lo que cuento desde mi mirada, que suele reflejar todas las cuestiones planteadas más arriba y seguro que algunas más.
Desde el año pasado, además de ser miembro de la comunidad educativa de los colegios secundarios de la UNCuyo como madre, también lo soy como profe de Química. Este año, como docente y madre, durante el primer semestre vivimos algunos paros escalonados (no pocos) que, sumados a muchas otras formas de protesta, no generaron una propuesta razonable de parte del gobierno nacional. Debido a la mala disposición para llegar a un acuerdo, la tensión aumentó después de las vacaciones de invierno. Quiero dejar sentado que el reclamo no se circunscribe solo a lo salarial docente, también pedimos por el presupuesto universitario que, además de insuficiente, está subejecutado.
En el marco de las numerosas medidas que se han implementado en esta lucha –que incluyen, entre otras, marchas multitudinarias en la provincia y en Capital Federal, separadas y simultáneas– lxs alumnxs de las escuelas secundarias decidieron llevar adelante la toma del Magisterio.
En el atardecer del lunes 3 de setiembre llegué al colegio acompañando/acompañada por uno de mis hijos. Un numeroso grupo de chicas y chicos de las cinco escuelas preuniversitarias del gran Mendoza intentaban iniciar la toma del establecimiento. Yo iba por un rato –movida por la imposibilidad de permanecer indiferente a la situación– pero ante la necesidad de adultxs que acompañaran la medida, necesidad planteada desde las directoras y vicedirectoras de los cinco colegios, terminé quedándome en el edificio casi la totalidad del tiempo en el que duró la toma.
A partir de conversar sobre lo vivido, y a propuesta de compañerxs de trabajo, doy testimonio de la experiencia.
Primero necesito manifestar que nunca había participado de una actividad de este tipo. En la época en que se realizaron las tomas en estos colegios, allá en el gobierno de Menem con su avanzada neoliberal en la que tanto sonaban las privatizaciones y en la que mucho daño se hizo al sistema educativo nacional, yo trabajaba en la provincia. En esos tiempos participé de muchas otras acciones, pero no estuve en ninguna toma, tampoco de las facultades. Por lo tanto, permanecer durante 24 horas en una escuela con un grupo numeroso de alumnxs fue una vivencia nueva. Aclarado esto, comparto mis impresiones sobre dicha experiencia, extrema –en tanto la decidieron luego de muchas instancias previas– pero muy enriquecedora.
Lxs chicxs demostraron una organización, respeto, solidaridad y compromiso que muchxs adultxs debiéramos aprender. Además, lo hicieron con alegría. Lxs acompañaron músicos y murgas. Organizaron talleres y charlas de acuerdo a sus intereses y en los que participaron con aportes juiciosos. Se cuidaron y pusieron límites, entre ellxs, de manera colectiva. Prepararon la comida y limpiaron todo lo utilizado para dejar el edificio, casi veinticuatro horas después, en perfecto estado.
Las madres y padres que acompañamos mantuvimos con ellxs una comunicación muy buena. Es más, lxs chicxs se ocuparon de darnos de comer y de estar atentxs a nuestras necesidades.
Yo sé que el paro es una medida “molesta” (no encuentro el adjetivo más adecuado) y que lxs chicxs se han quedado sin varios días de clase. Lo entiendo de manera cabal porque además tengo dos hijos que están viviendo esta situación. Pero no quiero dejar de valorar el aprendizaje que estas experiencias le han permitido a lxs participantes. Sé que no todxs estuvieron presentes. Sin embargo estas enseñanzas se propagan a la comunidad educativa en su conjunto. Lxs chicxs tienen claro que eligieron los colegios de la UNCuyo porque están a favor de una Educación pública, gratuita, laica y de calidad y, debido a estas convicciones, la valoran y la defienden. Han tomado una lección muy importante y también nos la han dado a todxs lxs adultxs: padres, madres, docentes y autoridades.
Su decisión y compromiso generó el movimiento de muchxs sujetxs, individuales y colectivos, que colaboraron para que esta acción fuese posible. Además de lxs que nos quedamos a acompañarlxs; hicieron aportes, de comida y demás insumos, profesorxs, preceptorxs, otrxs estudiantes, Fadiunc, exalumnxs de la escuela y una lista de muchxs más (entre lxs que recortaron maliciosamente a una senadora de la oposición).
Después de lo narrado explico el porqué de las tristezas. Lxs que de alguna manera participamos en esta actividad, sabemos que fueron lxs chicxs quienes tomaron las decisiones y quienes pusieron el cuerpo, la razón y su pasión. Pero hay medios masivos que se encargan de ensuciar y tergiversar los hechos. Persuadidos de la frase “Miente, miente que algo quedará”, estos operadores de la comunicación arman las noticias sin importar las consecuencias y lxs que las leen, muchas veces toman estos “relatos” como “la verdad”.
Por eso mi tristeza, tan distinta a la de lxs que piensan que estxs chicxs –nuestrxs alumnxs e hijxs– son fáciles de manipular. Ellxs toman sus propias decisiones, que reflejan lo que tienen en su mundo interno y las experiencias que les toca vivir. Ellxs también pueden equivocarse (¿quién no?), pero aplaudo su compromiso y su valor para defender lo que creen.
Insisto, por un lado me entristece que los que utilicen a los chicxs sean los medios inescrupulosos que embarran sus prácticas, que las ensucian para sacar rédito, para responder a los que les pagan la pauta publicitaria. Sin embargo por otro lado, como madre y profe, estoy muy orgullosa de lxs estudiantes de los colegios preuniversitarios de la UNCuyo que piensan y actúan en consecuencia, que se comprometen y están dispuestos a defender sus derechos. Ellxs nos renuevan la esperanza de que un mundo más justo es posible.