Por Rubén Vigo
LOS GENÉRICOS SON REMEDIOS, a no dudarlo, y para que hoy sean una realidad hubo que hacer una Ley, la 25.649, su nombre al nacer fue “Prescripción de Medicamentos por su Nombre Genérico”, entre casa la llamamos “Ley de Genéricos”. La Ley no es de ahorita, ya está crecida, fue allá por el año 2002 que gritó fuerte en el parto. Mientras vivíamos a los saltos con una mano atrás y otra adelante, por obra y gracia de varios gobiernos que dejaron a nuestro país quebrado, y a nosotros con Patacones, Lecop y Ferias del Trueque, fue que apareció una gran amiga del bolsillo de todos, la “Ley de Genéricos”. El padre de la niña, o quien lideró la presentación de esa ley, fue el entonces Ministro de Salud Ginés González García, hoy embajador argentino en Chile, el mismo que el vicario castrense Baseotto declaró en una carta dirigida a él que habría que “colgarle una piedra de molino al cuello y tirarlo al mar”, ¿se pasó un poco el hombre de sotana no?, lo que le diría hoy el Papa Francisco por semejante comentario. Volviendo al tema, mamita que fue duro sacar esa ley, ni con fórceps salía, al final fue con cesárea, pero eso sí, al salir, representó en la región un verdadero cambio en las reglas de juego, los poderosos laboratorios internacionales que dominaban la producción y los precios hasta ese momento tuvieron límites, ya no pudieron hacer lo que querían, bueno, no todo, todo lo que querían.
SÓLO PARA RECORDAR vamos a la historia: mirar para atrás sirve para no meter la pata de nuevo, hay que poner la vista para todos lados, como las moscas. Allá por 1964, en el Gobierno de Illia, el doctor con cara de bueno que se murió sin un mango en los bolsillos, sacó una Ley de control de los medicamentos, de sus precios y también de las ganancias de los laboratorios, que casi toditos eran internacionales. Illia no duró mucho, otro golpe, a los balazos y afuera, a los empujones tuvieron que sacarlo de la Casa Rosada por ese buen intento y otros intentos nacionalistas. La Ley de Genéricos nos da la posibilidad de elegir libremente un medicamento, nos defiende para que no nos vendan la marca sino la droga, sino sería lo mismo que vaya al super y el gerente diga, -¿quiere galletitas? bueno…, pero se tiene que llevar las Bagley-, -eeehh, si yo quiero Terrabusi-, -¡NO, NO, NO!, se tiene que llevar las Bagley-, convengamos que en los super ponen dos marcas y a joderse, no hay mucho para elegir, pero esa es otra historia, otro poder que al final es el primo o hermano del otro.
MORFAMOS FÁRMACOS a rabiar, dentro de nuestra dieta argentina y popular está el medicamento, si todos los remedios fueran para untar, ni te cuento,
-buen día gordi, me preparas unas tostadas con ibuprofeno 600-, -dejá que al mediodía cocino yo, me enseñaron un caldo de amoxicilina que te vas a chupar los dedos- y así le daríamos al trago, al postre y vamos andando. Los argentinos nos medicamos solos, acompañados, o en grupos, siempre nos duele algo y siempre hay una voz amiga que al oído nos dice, probá con esto que a la tía de la hermana de la amiga de Gladys que casi no caminaba, ahora…, ahora tiene noventa y cuatro años y juega al tenis. Ahí nomás a la farmacia, billetera en mano, déme 1000 de esas pastillas, no importa la marca ni el precio. Nos creemos todo. Argentina es el cuarto país mundial en consumo de medicamentos por habitante. Gracias a la Ley de Patentes del 2003, existe una recuperación de la industria nacional, lo que no pasa en los países donde los laboratorios transnacionales dominan todo. La Ley impulsa la competencia de los laboratorio y el control de los precios, y donde las Universidades también se sumaron para producirlos.
RECETA EN MANO ES MEJOR QUE PASTILLITAS VOLANDO, así debe ser, la receta es la base del poder, tengo una receta, entonces domino el billetera. Y ¿quién da las recetas?, los médicos particulares, los de las Obras Sociales, los de las Salitas y Hospitales públicos, los del Pami, todos con sus lapiceras cargadas y letras raras, que uno no sabe si escriben mal a propósito o tienen Parkinson, pero vieron, no se les entiende un pomo. La pregunta que a uno le tira del pantalón y del bolsillo es… estamos usando la Ley de Medicamentos Genéricos en todos los aspectos, o nos hemos acostumbrado a usarla poco y a pedacitos, a que las prepagas, médicos, etc. nos hagan las recetas con la marca del medicamento en vez de la fórmula, que nos hayan asustado diciendo que lo que no tiene marca no es bueno y meta publicidad en la tele de esos remedios estrella ofreciéndolos como si vendieran bizcochuelo. Ya que la aplicación de las leyes depende de que nosotros las usemos y las exijamos, debemos avanzar con el poder que ellas nos dan. Debemos exigir las recetas con la droga y luego nosotros elegir la marca que nos conviene. Para hacer durar al bolsillo hay que comprar lo que necesitamos, lo que nos piden, no lo que nos intentan vender, hay que hacer valer esta Ley que costó tanto sacar a la luz. Si queremos Bagley, que no nos obliguen a comprar Arcor, que ese día, justo, está más cara, si al final de cuentas todas son galletitas y sobre gustos no hay nada escrito.