Llegó en carreta, pero llegó! Anunciando un nuevo año, con la fuerza de quienes mes a mes, nos revelamos contra la inercia de la quietud. En breve en formato papel, para habitar sus hogares y organizaciones, para ser leída y debatida. Mientras tanto, formato digital en este link: PARA LEER, BAJAR y COMPARTIR
EDITORIAL REVISTA DE JUNIO (julio nos pisó los talones…)
¡Hola vecina! ¡Hola vecino! ¿Hola vecine?
El idioma es como las sociedades, una cosa viva que va cambiando, agarre sino un clásico de todos los tiempos como el Quijote y va a ver que hay palabras que dejaron de usarse, así como otras han aparecido. Hoy los tiempos van a mil, y pregúntele a los más jóvenes si quiere, le van a hablar de wasapear, flashear, spoilear, googlear, cliquear, manso, wachi y otro montón de palabras que usted va a tener que tratar de entender, o sino, se va a quedar afuera.
Desde hace muchos años, cientos le diría, nuestro odio social se enfocó hacia tres grupos sociales bien definidos: los extranjeros (si son morochos mejor todavía), las mujeres y los homosexuales. Fíjese sino los insultos más usados y va a comprobar lo que le digo.
Dos de esos grupos concentradores del odio social, guardan relación con la sexualidad. Porque desde el fondo de los tiempos se nos ha indicado que debemos ordenarnos detrás de lo binario. Sos macho, o sos hembra. Blanco o negro, river o boca, peronista o antiperonista.
Lo gris, lo intermedio, lo tibio, no existe, es una aberración. En general somos de tener esa idea. Aunque nosotros mismos en el fondo de nuestras convicciones, sepamos que las cosas nunca son tan así, ni tan asa. Y entendamos racionalmente que lo mejor para encontrarse y entenderse, es no pisar los extremos.
Hoy resulta que nos enteramos como sociedad, de aquellos que todos sabíamos de forma individual. Existe la diversidad sexual, y como cualquier cosa que existe, hay que nombrarla.
Pero iniciar ese camino, tiene sus riesgos. ¿Y quiénes están más preparados que los docentes para iniciar un camino? Sin embargo, acá nomás en Junín una docente fue expulsada de su trabajo. Los padres se organizaron para increparla y exigirle que dejara de saludar con el todos, todas y todes. ¿Cómo podía atreverse a semejante acto? Ella dejó de hacerlo y hasta pidió disculpas. Pero ya era tarde.
Querían que se fuera, y lo consiguieron. La D.G.E. aceptó rápidamente su propuesta, aunque era violenta y bastante infundada.
Porque es así. El odio es, lamentablemente, un buen motor de organización, rápidamente la gente se organiza cuando está embravecida. Por suerte también se organiza para otras cosas, como por ejemplo para mantener la fuente de trabajo. Acá nomás los trabajadores de Laterre están resistiendo juntos y organizados el desalojo arbitrario. Y allá en Buenos Aires la gente del Bauen también. Fuimos a la jornada de apoyo, éramos bastantes, pero podríamos haber sido muchos más. Y todos estábamos satisfechos, casi diría contentos, de estar juntos, apoyando una buena causa, a pesar de ser distintos, a pesar de nuestras diferencias. Porque intuíamos que un futuro mejor solo se puede hacer sin odios, incluyendo a la mayor cantidad de gente posible. Más allá de cualquier diferencia.