Equipos Técnicos del Servicio Penitenciario Provincial hacen una fuerte denuncia de sus condiciones laborales:
“La cárcel es una institución semi-militarizada con una formación jerárquica similar de estructura piramidal donde la base (los agentes penitenciarios) son mayoría y para alcanzar la cúspide aunque solo sea para comunicarse con los altos rangos tienen que pasar por una infinidad de autorizaciones laberínticas que como al interior de una pirámide y sus vericuetos, los deja extraviados sin poder llegar al responsable; o si por alguna remota posibilidad (que implica tener un respaldo fuerte en el gobierno) llegase a contactarse con el responsable, nunca será suficiente autoridad para resolver un conflicto contractual; delegando en dios o la suerte el futuro del personal afectado. Siempre una autoridad ajena y fantasmagórica llamada ‘sistema’ que diluye cualquier reclamo existente.
El crecimiento de las cárceles como infraestructura para contener a los que quedan del lado de abajo en la brecha entre ricos y pobres, es decir los pobres, crece proporcionalmente con la incorporación de más y más agentes penitenciarios. En su mayoría sólo buscan un salario y una obra social que les permita sostenerse a sí mismos y a sus familias.
En el medio de estos pares dicotómicos entre los que cierran los candados y arman los disturbios; se encuentran los profesionales que, mediando entre la militarización y el consenso, en pos de lo que llaman rehabilitación, reeducación o reinserción social y, ergo, laboral, de quienes transitan los pabellones del aparato estatal a fin de posibilitar una vida y por ende una conducta diferente de los mismos al momento de externarse. Se ven otra vez sujetos a la invisibilidad y a quedar enredados en la burocracia que solo les permite firmar expedientes y completar fichas de admisión o como sucede generalmente, de re admisión, ya que la mayoría de los presos son sin sorpresa reincidentes.
Dentro de esos pulidos engranajes que parecen no dejar lugar a ningún tipo de acción transformadora; ni criterio; ni esperanza; siempre aparecen algunos personajes en busca de respuestas y de crecer; que están siendo acallados por este proceso de creciente militarización.
En la actualidad hay 600 profesionales en el servicio penitenciario que han sumado mil noches en vela ganándole al sueño entre guardia y guardia para estudiar una carrera profesional y hacer un aporte específico y especializado a la institución y a sus beneficiarios: la sociedad toda. Profesionales que miran y pueden ver a un delincuente resentido o a una persona siguiendo una oportunidad, quizá la primera que ha tenido en su vida.
Estos 600 profesionales permanecen estancados con promesas hace 10 años en algunos casos. Promesas de recategorización, de reducción horaria o de cambiar las botas y los candados por el ambo y la prevención.
Los penitenciarios se atienen a una ley cuasi- militar; que no les permite hablar fuera de la institución, donde la manifestación, agrupación y reclamo son ilegales. Bajo la constante amenaza de un fantasma paranoide que hostiga con que la situación siempre puede estar peor, con que los teléfonos están intervenidos, entre otras… Y lo cumplen. Ya descabezaron y condenaron en el año 2014 a un grupo de penitenciarios descontentos que solo a través de sus familiares se atrevieron a protestar por las condiciones de trabajo. Por chalecos gastados, por abuso de autoridad, por acoso.
Pero la pirámide los escupió o se los tragó.
A estos profesionales les prometen desde hace al menos 6 años y renovando cada 6 meses la expectativa, que les van a dar la reubicación jerárquica, que les van a reducir la carga horaria, que están a la espera de presupuesto… pero gobierno tras gobierno no se concreta.
La vulneración de derechos en un espacio no sindicalizado, excede los límites de lo que los trabajadores le pueden contar a sus familias.
Hace falta que la gente sepa y que se le exija al gobierno que cumpla YA con la reubicación de las y los 600 profesionales que trabajan en condiciones cotidianas aún peores que la de los presidiarios.
Las pirámides no las construyeron los dioses ni los extraterrestres. Fueron los miles de esclavos que dejaron su vida entre los bloques de piedra impenetrables. Las cárceles se están convirtiendo en tumbas donde lo que pasa al interior, pasa a otra dimensión. Donde los que entran se convierten por deducción en tumberos y donde al paso del tiempo y la distancia, lo que pasa al interior se convierte en mito.
La 7493 es clara en este aspecto en su artículo 10: SON DERECHOS DE LOS AGENTES PENITENCIARIOS (…) B) PROGRESAR EN LA CARRERA Y PERCIBIR LAS RETRIBUCIONES QUE DETERMINE LA LEY; C) DESEMPEÑAR LA FUNCIÓN QUE CORRESPONDA AL GRADO ALCANZADO; y reza en su art. 19 DESEMPEÑA FUNCIONES CIENTIFICAS, DOCENTES, ASISTENCIALES Y DE ASESORAMIENTO TECNICO, QUE REQUIERAN TITULO HABILITANTE UNIVERSITARIO Y/O TERCIARIO.
La paradoja de que la institución que por excelencia castiga el incumplimiento de la ley; no la cumpla sus propios constructos legales con sus propios empleados”.