Por Analía Millán
Acá en Mendoza, es bien conocida la frase “esto era todo viña”, tratando de explicar un origen de la mendocinidad en la vid, en la Mendoza bodeguera, pujante, a la que llegaban los jóvenes inmigrantes a propiciarse un futuro de oportunidades. Esta frase encierra también una sensación nostálgica, de cómo pasó el tiempo y la modernidad se llevó por delante la viña, la juventud pujante venida de Europa, y sembró otra cosa a su paso. “Esto era todo viña” pone el punto de inicio de la historia mendocina en una etapa, aplastando lo que había antes de la viña, pero bueno, eso será para otro momento.
Con esa mirada nostálgica vamos armando el presente… Pero todo cambió, o no todo. Seguimos teniendo un ciclo de vida tal cual como hace unos miles de años, nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Así de corta, ¿no? No, no es así de corta, porque lo que baña a cada generación de su particularidad absoluta es la cultura, la educación, las traiciones, las formas de comunicación, las producciones, los trabajos… y la conciencia que se va desarrollando de toda esa red de sentidos que vamos construyendo, y que va cambiando, mucho más rápido que nuestro ciclo vital (animal).-
Y de las cosas que hoy resuenan con fuerza quiero detenerme en una: “la juventud está perdida”. Las tecnologías que como todos sabemos han cambiado absolutamente las rutinas de casi todo en nuestra vida, generando una especie de prolongación vital en algún dispositivo personal (celular, computadora, tablet, ebook, televisor, etc.). Esto también pasó en las generaciones anteriores, nada más que sin tanta vertiginosidad, entonces el vértigo de la velocidad con que la tecnología nos va cambiando, asusta a propios y a ajenos. Bien, hasta aquí un recorrido muy caprichoso de la nostálgica frase mendocina “esto era todo viña”, sin escalas hasta “las tecnologías en el mundo actual”.
Los desarrollos tecnológicos para informarnos y comunicarnos han cambiado nuestras maneras de estar y de ser en el mundo. Pero los jóvenes de hoy fueron los destinatarios de una planificación mundial hace una par de décadas atrás, quizás más motivada por el mercado capitalista que por la intención real de las generaciones laburantes. Es decir, los jóvenes de hoy, que viven gran parte de su vida en la virtualidad no son los responsables de que eso suceda. Hace varios años las generaciones pujantes decidieron levantar el monte para plantar la viña, luego nuevas generaciones sacaron de cuajo la viña para emprendimientos inmobiliarios, otras que levantaban el monte para hacer más barrios privados, otras generaciones se la jugaron por un modelo de industrialización, para que lleguen otras que lo destruyeron y propusieron un modelo de importaciones, o la inversión en el sistema financiero… Han ido pasando generaciones y generaciones implantando sus propios proyectos productivos, educativos, culturales y políticos. Las generaciones que aquí citamos están en un encuadre de modelo de país, en un modelo de Estado, que está en puja permanente entre sus ciudadanos.
O sea, que lo que hoy muchos viven como la catástrofe de la humanidad en mano de las TICs, no es más que el fruto de que otros sembraron. Por desconocimiento o por comodidad, o por creer que la modernidad traería la solución a nuestros problemas, hubo una o varias generaciones que no vieron venir que las tecnologías cambiarían para siempre la forma de vivir, de entretenerse, de aprender, de relacionarse, de comunicarse… y citando otro dicho popular: “la culpa no es del chancho, sino de quien le da de comer”. La juventud y sus prácticas son consecuencia de los cambios promovidos por generaciones anteriores, por la globalización que va borrando las diferencias entre fronteras, homogeneizando toda cultura con un baño de norteamericanidad, creando nuevas modas, prácticas culturales, consumos… que ahora los padres y abuelos desconocen, se lamentan y critican. Pero cada uno de los chicos y chicas que hoy pasan la mitad del día frente a una pantallita, están también construyendo un mundo para las generaciones futuras, y seguramente tendrán la capacidad de ofrecerles lo necesario para la vida. Porque la juventud de hoy tiene también al alcance de su mano otras formas de hacer, de pensar, que seguramente difieren de las nuestras.
Es así. Esto era todo viña… hoy los paisajes han cambiado, las generaciones nunca son iguales, la cultura cambia y toma los rumbos de quienes se encargan de recordarla, de construirla a diario y de planificarla para el futuro.