Continuamos con las lecturas domingueras interpretadas por Luli A Secas y Marcos Barroso. A preparar la imaginación y los oídos para “Vivir en la calle Conesa”, texto de Adela Basch.
La escena transcurre en el interior de una oficina. Hay un empleado sentado detrás de un escritorio y en las paredes se ven fotografías de edificios de departamentos y casas. Entra une cliente:
EMPLEADO. — Buenos días, señor.
CLIENTE. — Buenos días. Quisiera comprar una casa.
EMPLEADO.— Muy bien. (TOMA UNA CARPETA.) ¿Qué clase de casa? ¿Le interesa una casa de dos
plantas?
CLIENTE.— ¿Una casa de dos plantas? No sé, a mí me gustan mucho las plantas, me encanta el verde, así
que pensaba tener unas cuantas. Seguro más de dos.
EMPLEADO.—No, señor, yo me refería a una casa con una planta baja y una planta alta.
CLIENTE.—¿Una casa con sólo dos plantas, una baja y otra alta? No, no, no, yo quiero tener plantas de
muchas clases, grandes, chicas, altas, medianas, y si es posible que algun
EMPLEADO.— Señor, yo le estaba ofreciendo una casa con una planta baja y un piso.
CLIENTE.— ¿Cómo? Hace un momento me dijo que era una casa de dos plantas, y ahora me dice que tiene
una planta baja y un piso. Que tenga un piso está
una casa con una sola planta y encima, baja. Ya le dije que me gustan mucho las plantas.
EMPLEADO.—(UN POCO NERVIOSO.) Está bien, está bien, usted puede tener todas las plantas que
quiera. (HOJEA LA CARPETA.) Le voy a buscar una casa una casa muy amplia, con mucho espacio para
plantas.
CLIENTE.— Además, me gustaría una casa en un lugar tranquilo.
EMPLEADO.— Muy bien, voy a buscar una casa que no tenga nada de ruido.
CLIENTE.— Por supuesto, ¡cómo voy a querer ir a un lugar derruido!
EMPLEADO.— Señor, dije una casa que no tenga nada de ruido.
CLIENTE.— Pero claro, ¿usted cree que voy a ir a vivir a una pocilga, a un lugar derruido?
EMPLEADO.— No, no, de ninguna manera. Le voy a o
en una calle sin ruido y que no tenga nada derruido, que esté en perfectas condiciones.
CLIENTE.— Eso es. Y que esté bien ubicada. Para mí es muy importante que la ubicación sea buena.
EMPLEADO.— ¿Le gustaría vivir en la calle Conesa?
CLIENTE.— ¿En la calle con ésa?
EMPLEADO.— Sí, Conesa.
CLIENTE.— ¿Con ésa?
EMPLEADO.— Sí, dije Conesa. CLIENTE: Pero, ¿se puede saber con quién? (MIRA HACIA TODOS
LADOS COMO BUSCANDO A ALGUIEN.) ¿Quién es ésa? ¿De qué me está hablando?
EMPLEADO.— Señor, le estoy hablando de vivir en la calle Conesa.
CLIENTE.— (GRITANDO.) ¡Mire, yo no quiero vivir en la calle! ¡Justamente por eso vengo a comprar una
casa! ¡Y tampoco quiero vivir con ésa, que ni sé quién es!
EMPLEADO.— Bueno, bueno, cálmese, por favor. Si no quiere vivir en la calle Conesa le puedo ofrecer
otra cosa.
CLIENTE.—Sí, sí, mejor ofrézcame otra cosa.
EMPLEADO.— (HOJEANDO LA CARPETA.) Bueno, acá tengo algo interesante.
CLIENTE.—¿En qué calle queda?
EMPLEADO.— Callao. CLIENTE: ¿Qué dice?
EMPLEADO.—Callao.
CLIENTE.— ¿Qué?
EMPLEADO.— ¡Callao, señor! ¡Callao!
CLIENTE.— ¡De ninguna manera, no me callo nada! ¡Esto es el colmo! Vengo a comprar una casa, primero
me quiere vender una donde sólo puedo tener dos plantas, después me quiere mandar a vivir a la calle con
ésa que ni sé quién es y ahora me dice que me calle. Mire, señor, mejor me voy de acá. (GRITANDO.) ¡Y si
usted cree que me puede interesar vivir en la calle con ésa, le aconsejo que se haga revisar la cabeza!