En el campo de la Literatura, a la metáfora se la ha clasificado con la identificación de dos realidades que contienen alguna semejanza entre ellas. Por ejemplo, Miguel de Cervantes en el capítulo XXIII de la primera parte de Don Quijote de la Mancha, construye la descripción de Dulcinea a partir de un conjunto de metáforas.
Cada par de elementos comparten una semejanza que permite la idealización de la belleza de Dulcinea: ojos con soles, mejillas con rosas, labios con el color del coral, perlas con dientes, y la blancura de la piel se expresa mediante elementos como el mármol y la nieve.
La metáfora consiste en un tipo de analogía o asociación entre elementos que comparten alguna similitud de significado para sustituir a uno por el otro en una misma estructura. Una metáfora expone dos cosas en conjunto que permiten la sugerencia a compararse e interpretarse como un solo concepto. Se encuentra básicamente en todos los campos del conocimiento, puesto que responde a convenciones semánticas dadas por una cultura, que están implícitas en el lenguaje.
Si de Metáforas hablamos, de un concepto o de un lenguaje político literario. La metáfora seria una herramienta ideal de nuestros gobernantes. Muchas veces hablamos y nos expresamos con metáforas. Y en el caso de nuestros gobernantes algunos nos engañan con metáforas.
Marisa Pérez Alonso en su columna de Cultura Literaria nos revela con toque sutil y sin engaño, a diferencia de algunos gobernantes, la terminación de “Metáforas” ;con ejemplos tristemente reales.